‘A base de palos aprende el burro’. El enésimo cambio de esquema de Sampaoli, el enésimo intento de jugar sin referencia, y la enésima derrota. O no se entera o no se quiere enterar, pero el Sevilla pierde los papeles cuando juega sin un delantero centro independientemente de si es En Nesyri o Rafa Mir. Estaba controlando el partido en el Philips Stadium hasta que sacó a En Nesyri del campo y todo se vino abajo. Dos goles de los holandeses -fueron tres pero un fue anulado- para tener el miedo en el cuerpo hasta el final.
Es complicado explicar qué sucedió en Holanda conociendo el desenlace. El Sevilla mostró una sobriedad sorprendente ante el PSV que se echaba de menos. Nianzou lleva una racha que parece hasta central y el que falló fue Fernando; Óliver Torres sigue liderando el centro del campo; y Bryan Gil puso la chispa y la imprevisibilidad en ataque. Los de Ruud Van Nistelrooy siguen echando de menos a Gakpo, y con eso, en una situación normal, no le hubiese dado para ganarle a los nervionenses si no se hacen el ‘harakiri’. No inquietaron con excesivo peligro el área sevillista en todo el primer acto e, incluso, llegaron a perder la iniciativa durante un tramo de la primera mitad en la competición del Sevilla y, por qué no, en el escenario de su primera cita con la Europa League.
El guion parecía que no iba a cambiar en exceso en la segunda mitad. Tirando del oficio que te da ganar seis títulos europeos, contener a los holandeses no era un problema. En Nesyri limitaba mucho la progresión del PSV, Bryan no dudaba en asociarse y jugar a toda velocidad y el factor sorpresa estaba ahí. Los locales solo se amparaban en Luuk de Jong y en un errático -y enfadón- Xavi Simons, además de los enfurecidos e incivilizados aficionados holandeses. Una botella de agua y un vaso de cerveza en la primera mitad cayeron cerca de Acuña y al final del encuentro un roce considerable con Dmitrovic. Los que dan lecciones de moralidad en Europa, entre otras cosas.
Volviendo al fútbol, que es lo importante, todo funcionaba hasta que al señor de Casilda, ataviado de un gorro de lana para el frío de Holanda, volvió a destruirlo todo. En Nesyri, del que él mismo dijo que había “riesgo de lesión inminente”, salió del campo para meter a Lucas Ocampos. Instantáneamente, el PSV se tiró al cuello del Sevilla. Avanzó veinte metros, el equipo se metió atrás y con de Jong en el área eso significa peligro. En una de ellas erró Dmitrovic y gol del ex del Sevilla. Se avecinaba drama.
Dos minutos después llegaría el segundo, un auténtico golazo de de Jong, pero sería anulado. Los fantasmas de Praga sobrevolaban Eindhoven y Sampaoli metió a Rafa Mir para evitar lo que parecía, para muchos, inevitable. Tuvo una bastante buena desde la frontal y paró el juego bastante bien en el último trecho del encuentro antes de que Fabio Silva anotara el segundo en el 95′ y Dmitrovic se enganchara con un aficionado que fue directamente a por él. El corazón en la boca, por no añadir otro órgano del cuerpo.
El Sevilla está en octavos, que es lo importante, pero Sampaoli sigue empeñado en darle varios infartos a su afición y en autodestruirse. Cuando todo parecía asentado, en Vallecas volvió a hacer lo mismo de jugar con un falso nueve y en Eindhoven de nuevo. Los ataques de entrenador del argentino no parecen ataques y sí cabezonerías.