Cámbienle el nombre a la competición. Solo existe un equipo en toda Europa capaz de salir del ataúd de una patada y arrasar con todo lo que encuentre a su paso. Lo del Sevilla es histórico e inexplicable. Un equipo que era carne de Segunda División con un entrenador argentino va a jugar su séptima final de Europa League con un técnico vasco liderando la nave y eliminando a Manchester United y Juventus. Lo de hoy, en un encuentro en el que estuvo eliminado y que supo darle la vuelta en los 120 minutos que duró el encuentro, es un ejemplo más de que en la vida nunca hay que rendirse. A por la ‘Sevilla League’ el 31 de mayo en Budapest.
‘El D y la hora H’. Sevilla y Juventus sabían a la perfección que lo hecho hasta entonces en la Europa League no servía de nada. Ambos eran conscientes de que el encuentro en el Sánchez-Pizjuán iba a ser totalmente distinto al encuentro de ida. Con un Sánchez-Pizjuán volcado y teñido de rojo, era el momento de poner toda la carne en el asador.
Era evidente que la Juventus iba a seguir, en cierta medida, su plan de la ida, pero no se contaba, por ejemplo, con Moise Kean arriba en lugar de Vlahovic. Jugar atrás, aprovechar el balón parado y morder en las contras. Gatti tuvo la primera en un saque de esquina avisando de que lo que ocurrió en la ida no fue flor de un día y los nervionenses fueron creciendo con el paso de los minutos. Sczensny le sacó una pelota en la misma línea a Ocampos y el partido entró en un ida y vuelta peligroso para el Sevilla. Interesaba tener el control, generar superioridad en los costados con la figura de Óliver, ordenar a través de la batuta de Rakitic e incidir con Acuña, Navas, Bryan Gil y Ocampos.
‘Metiditos en la película’, pero con algunos sustos. Di María se quedó solo ante Bono y erró y Moise Kean la mandó al palo tras rozarla Bono con el pie. Tuvo la Juve esa personalidad que se le pidió en la ida durante la primera parte y aprovechó los pocos errores que tuvo el Sevilla en posicionamiento. El delantero italiano fue un quebradero de cabeza para Badé y Gudelj durante todo el encuentro.
El paso por el túnel de vestuarios no cambió el rumbo del partido. Cuando se produjeron los cambios, con Suso dentro por Óliver, y Chiesa y Vlahovic por Di María y Kean, se desató la vorágine. El delantero serbio, ausente en el once inicial, aprovechó un rebote entre Badé y Gudelj para adelantar al cuadro italiano en el 64′. El francés no ha tenido sus dos mejores encuentros en Nervión en esta eliminatoria, pero no tocaba otra que remar. Lo tenían que hacer todos juntos, equipo y afición.
En Gol Norte se canta ‘cuando te falle la voz canta con el corazón’. Era el momento de apretarlos dientes y seguir insistiendo. Por arriba la Juve era un auténtico valladar, con Bremer y Gatti siendo dos antiaéreos. La entrada de Suso por Óliver, que quizás no se entendiese por el nivel del extremeño, fue el primer paso hacia la victoria. Acuña recuperó en zona de tres cuartos, le cayó al gaditano, realizó dos recortes y la puso en la escuadra de la Juve. Nervión estallaba, el Sevilla cogió aire y los italianos lo empezaban a ver venir.
Aguantaron los 90 minutos reglamentarios, con Sczensny sacándole un cabezazo a En Nesyri al final del encuentro y rezando en italiano para que no ocurriese lo que parecía que iba a ocurrir en la prórroga, pero sí. Bryan Gil, que no paró de intentarlo en todo el encuentro, logró el espacio, sacó un centro a la cabeza de Lamela, solo por el desmarque de En Nesyri, y para dentro. El Sevilla le daba la vuelta, empujado por el Sánchez-Pizjuán. La séptima final estaba más cerca.
No hay nadie que quiera esta competición como el Sevilla. Incluso presionó con uno menos al final del encuentro cuando Makkelie expulsó a Acuña con una segunda amarilla que ni él mismo sabía que ya tenía una. Quiso ser protagonista, porque se ‘tragó’ un penalti como una catedral de Cuadrado a Bryan, pero solo hubo un protagonista: el de siempre.
Parece parte de su ADN. El Sevilla FC lleva el naranja y el negro en la sangre, junto a la casta y el coraje. Esa transformación en Europa solo se le ve a un equipo, además de al Sevilla, pero no estará en una final. Budapest acogerá la final de la ‘Sevilla League’, una competición que juegan 32 equipos y que casi siempre se vista de rojo y blanco. 21 finales en 17 años. Pellízquense, porque debemos estar en un sueño.