La nostalgia se da por momentos buenos y también por momentos malos. Además, es bueno recordar momentos malos de nuestra vida que nos sirvieron para seguir avanzando y creciendo en lo personal.
Esos momentos malos los vivió el Sevilla FC allá por los años 90, más concretamente en las temporadas 95/96 y su prolegómeno, la 96/97, donde aquella tarde amarga de Oviedo terminó por sentenciar a un Sevilla que desde el comienzo de Liga sería el protagonista principal de la obra literaria, “Crónica de una muerte anunciada” pese a la ilusión de muchos.
La muerte; un descenso a segunda y una profunda crisis total que sirvió para poner los cimientos del actual Sevilla FC que en esta misma temporada, todos los aliciente recuerdan a esa amarga temporada.
Tras la lucha, el descenso
El principio del todo sería dos años antes. La manifestación del sevillismo de verdad para no acometerse ese descenso administrativo tras el impago del aval de 85M de pesetas y el casi descenso de la temporada siguiente, de no ser por el Hat-trick de Suker, sería un caldo de cultivo que explotaría en la 96/97.


Esa temporada empezaría con mal pie desde el principio. Se malvendió a Davor Suker al Real Madrid y tras ello, llegaron fichajes que no cuajarían en toda la temporada, salvo algunas excepciones. Los Marinakis, Rytter, Colusso, Anaralde, Onésimo, Matías Almeyda, Robert Prosinecki, Tsartas, Bebeto e Ivica Mornar terminaron de rematar una planificación dantesca finalmente pero ilusionante al principio y comenzaría a haber una calma tensa en el barrio de Nervión.
No obstante, los canteranos, que es mucho decir ahora, darían un gran paso al frente para intentar salvar al equipo. Los Salva Ballesta y José Mari ayudaron al equipo con los veteranos de la plantilla y lucharon hasta el final. De ahí, a que uno se marchara al Racing y el otro al Atlético de Madrid de manera gratuita, otra nefasta toma de decisiones de la directiva ese mismo año.
Con esa revolución en la plantilla, también se apostaría en el banquillo con la llegada de Camacho, un entrenador “de moda” por aquellos tiempos que adoptaba a sus equipos de un carácter aguerrido y sobre todo competitivo. Pero la realidad fue distinta, Camacho se fue cavando su propia tumba y consiguió 18 puntos en 21 partidos.
Su culmen final fue el partido contra la Real Sociedad en el Sánchez-Pizjuán, donde el Sevilla iba ganando por 2-0 al equipo vasco y en los 5 minutos finales, el equipo dirigido por Javier Irureta remontó el partido. Monchi, como portero en ese partido, no pudo hacer nada y sentenció la destitución de Camacho.
El mismo Camacho lo admitió en la posterior rueda de prensa: “Si hubiera habido otro entrenador en el banquillo no perdemos el partido”.
Los hechos son irrefutables. Cuando las cosas no van bien en las altas esferas del club, eso se transmite al ámbito deportivo, máxime con el ejemplo de un Camacho que venía siendo un gran entrenador antes de recalar en el Sevilla y aquí, por la inestabilidad institucional no triunfó.
Tras su destitución, llegaría un Carlos Bilardo de emergencias que tan solo duraría 4 partidos. La situación era insostenible tanto en lo deportivo como en los institucional. No obstante, Julián Rubio cogería los mandos en última instancia hasta final de temporada en una carrera por conseguir puntos y permanecer en primera división.


Una crisis institucional parecida
Con José María González de Caldas como presidente, el Sevilla vivía una crisis en lo institucional. La afición, ya se había cansado del presidente por la nefasta gestión del club e incluso se rumoreaba por la época que usó más de seis millones de pesetas de las arcas del club, por aquel entonces casi sin dinero, para comprar un Mercedes a su pareja, Sofía Mazagatos.
Con ello, se sumaba también su vinculación con la trama Malaya de corrupción urbanística por aquel entonces y que en 2006 se saldó con su detención final.
Tan solo estuvo al cargo 15 meses, hasta que el 15 de Abril de 1997, donde dimitió estando ingresado en a UVI del Hospital Europa de Marbella de Málaga por dolores torácicos.
Al frente de la dirección general estaba un campeón de piragüismo, fíjense ustedes. Ese era Herminio Menéndez que tras ser triple medallista olímpico y retirarse, recaló en el gremio de la gestión deportiva. De primer mano lo hizo en el Sporting de Gijón y tras su paso por el club asturiano, de donde era, llegó al Sevilla FC.
En el Sevilla se caracterizó por su pésima gestión en cuanto a fichajes se refiere. En esta misma temporada, malvendió a Suker por 600M de pesetas, casi nada en aquella época al Real Madrid, y quiso hacer una revolución en la plantilla, gastándose el doble de dinero y no resultando muy certera. Tan solo Tsartas sería el único fichaje que rendiría. Los demás, apenas tuvieron incidencia, estaban bajos de forma y lesionados, no se acoplaron al equipo. No os suena a algo esto último…..
Desde la propia piel rojiblanca
Quién soy yo para hablar de ese año amargo, pero ilusionante al principio, que vivió el sevillismo. En mi generación, apenas hemos visto a un Sevilla decaerse y vivir por los campos de barro de la segunda división.
No obstante, tanto Borja Rocha como Lolo Molina son muchos de aquellos sevillistas que vivieron de primera mano esa temporada.
De primera mano Borja Rocha nos cuenta que “la sensación es que aquello no era nuestro Sevilla peleón. Y la liga empezó muy mal. Ya en el primer partido contra el Zaragoza medio estadio se había ido en el minuto 80 y se perdió el gol de Mornar”.
“Se barruntaba en la grada un equipo malo, falto de calidad, muy descompensado, muy corto de calidad. Y un entrenador que no tenía personalidad tampoco. Año horrible, pasaba de todo, y solo los canteranos (Salva) y algunos veteranos (Prieto, Marcos, Unzué) intentaban hacer algo”.
“Los partidos eran un quiero y no puedo, y la sensación de irse a segunda estaba desde el principio (no como ahora). No era nuestro Sevilla, repito. La afición estuvo a la altura, como siempre, pero ni en el campo, ni en el banquillo ni en el palco se veía casta ni coraje. Desconexión total”.
“Por mi parte no recuerdo rabia. La gente confiaba en volver pronto a primera, pero el año siguiente creo que fue uno de los peores del Sevilla y cuando tocó fondo. La directiva estuvo desaparecida todo el año y fuimos el vivo ejemplo de cómo hacer todo mal”
Ya Lolo Molina me sigue contando acerca de sus vivencias en esa temporada con una perspectiva diferente:
“Yo recuerdo que la pretemporada fue ilusionante, pero si echamos la vista atrás no sé porque siempre nos ilusionamos en pretemporada. En aquellos tiempos siempre queríamos pensar que nos reseteábamos y que el año iba a ser el definitivo para hacer algo importante”.
“El equipo no era malo, yo recuerdo que estaba como loco con que Camacho fuera nuestro entrenador, era el mejor o a priori el mejor entrenador posible. La plantilla la recuerdo competente. Pero claro, el paralelismo con la actualidad probablemente radique en que cuando las cosas están turbias o bajan revueltas en la planta noble se acaban extrapolando al césped”.
“Poco a poco parecía que el equipo se fue diluyendo pero eso no iba a terminar de ocurrir, o al menos desde fuera se veía que se intentaban cosas, cuando llego Bilardo, Bebeto… Yo lo viví con ilusión desde la pretemporada, a medida que avanzaba tu veías que las cosas no funcionaban, el equipo se venía abajo y para mi el punto de inflexión donde ya si fui consciente de que nos íbamos a segunda fue ese partido ante la Real Sociedad”
“Esa descomposición ante la Real Sociedad si fue el paradigma que se transmitía toda la mierda de la planta noble al césped. Después ya no dábamos pie con con bola, vino el grandísimo Bilardo y se fue con una dignidad absoluta, porque vio que no era posible, y no nos cobró un duro. Ya, poco a poco se fue todo”.
“Lo de Oviedo fue una cosa simbólica porque ni teníamos prácticamente posibilidades ni se pensara que fuera a ocurrir. Ilusión en pretemporada igual que este año, problemas en la planta noble igual que aquel año, y espero que no acabe como aquel año, que acabó en descenso cuando nadie se podía imaginar que eso iba a ocurrir porque insisto, la plantilla no era mala ni yo tenía consciencia de que lo fuera, de hecho, la prensa de aquellos tiempos comentaba que el Sevilla jugaba muy bien.
“Más allá de Oviedo hubo una temporada muy larga y esto que está ocurriendo ahora ya lo hemos vivido. Cuando las aguas bajan turbias por la planta noble, hay que ponerse las botas de pescar porque puede que nos coja la ría”.
Además, también comenta que “como ahora, aquella temporada, aunque sabíamos en las manos de granujas en las que estábamos, se nos engatusó con fichajes que eran de los llamados “ilusionantes”. Debo reconocer que flipé con Almeida, luego se demostró que mal futbolista no era, en otro paralelismo con la actual situación. Mezclando esa apuesta ilusionante con memes tal que Arana u Onésimo”.
También recuerda muy bien ese verano del 97: “Respecto al verano del 97, si tengo fresco en la memoria que la afición era bastante más influyente y beligerante que ahora. Al esfuerzo absoluto por estar con el equipo, se unía una presión y vigilancia sobre aquello que se orquestaba en la planta noble. Algo que ahora, otros tiempos, otras formas, añoro“.
Ya para terminar me hablaba de Herminio Menéndez: “El ínclito Herminio Menéndez, con sus buenas palabritas, no se me va de la cabeza como uno de los mayores personajes que han vivido del Sevilla. Como anécdota, quiero añadirte que fui testigo de que una persona muy cercana en aquel momento a de Caldas le dijo delante mía:
“¿Te merece la pena esto en una ciudad como Sevilla, con lo que a ti te gusta la Semana Santa, la Feria y el Rocío, así como vivir a gusto? Imagino que fue casualidad, pero desde aquel día su interés por el poder en el Club fue desapareciendo. Hoy día me pregunto lo mismo, ¿merecerá a los máximos accionistas tanta mentira y negocio?”.
Ese verano del 97, parte de la mítica canción de Estopa, haría más calor para unos sevillistas que veían como su equipo se hundía en el infierno de Segunda y la directiva caminaba en brasas. Aún así, de manera silenciosa, esa catarsis, en gran parte premeditada, iría cimentando y poniendo las bases del Sevilla del siglo XXI.
Aún con eso, si nos remitimos al presente, este verano del 23 puede ser similar al del 97, donde muchos sevillistas, si esto sigue igual, verán por primera vez al Sevilla andar por los lares de la segunda división debido a los egos, avaricia y la nefasta gestión de la planta noble hispalense.
Porque, si los sevillistas lucharon con esa manifestación el 1 de Agosto de 1995, porque no lo podrán hacer este mismo sábado.
Además, muchos de los que estuvieron presente en esa manifestación histórica y vivieron todos esos malos momentos con una corta edad y acompañado por sus padres , también estarán presentes en esta para intentar frenar aquello que sufrieron, esta vez siendo posiblemente padre y acompañando a su hijo.
Ese es el sevillismo de la lucha, de la casta y el coraje, que se transmite de padres a hijo y que sigue perdurando y luchando cuando el club lo necesita.
Aquel verano del 97 donde ETA mató a Miguel Ángel Blanco, donde la guardia civil liberó a Ortega Lara ,donde Felipe González dejó la política y donde Miguel Indurain se retiraría, el Sevilla FC bajaría a segunda y viviría sus peores momentos como club.