Todos bailan en el tango de Óliver Torres, el malabarista de Navalmoral de la Mata. Todos se mueven en torno a su figura y por donde pasa deja huella a través de pases que nadie ve o controles que nadie espera.
Hace un par de días lo pudimos comprobar en un Ramón Sánchez Pizjuán que se llenó hasta la bandera como antaño. El mediocampista, jugando escoltado por la pareja infranqueable Delaney-Fernando, estuvo presente en la mayoría de las parcelas del verde, siendo trascendente e influyente tanto en faceta de elaboración y salida de balón y ya de cara a la faceta de proyectar al equipo en ataque.
No obstante, en ciertos momentos hizo recordar al Banega de temporadas pasadas, donde era un jugador omnipresente en todo el terreno de juego.
Un toque de atención al Papu
En este caso, la varita la debería llevar un Papu Gómez que por experiencia tendría que comandar al equipo como ya lo hizo con la Atalanta, pero al argentino, parece que la magia no le termina de arrancar, cosa que al extremeño poco a poco sí.
Tras volver de la lesión, se le están viendo sus primeros destellos y si sigue a ese ritmo va a ser muy difícil sacarle del once de gala, al igual que su compañero de sala de máquinas, el danés Thomas Delaney, el cual cada vez se le ve con más criterio y galones en el centro del campo junto a un guerrillero táctico como es Fernando Reges.
La cobardía y previsibilidad croata y catalana
Pero, enfocándonos en el español hay que analizar su picaresca, facilidad y sobre todo su actitud a la hora de arriesgar en los pases verticales de cara a proyectar al equipo en ataque. Al Sevilla, y sobre todo a los Ivan Rakitic y Joan Jordán, se les ha pecado de previsibilidad en cuanto al pase se refiere.
El partido de @olitorres10 al detalle… pic.twitter.com/cbFkbgRzO1
— Alberto Fernández (@Albertoflorenzo) October 25, 2021
Cuando tanto el Croata como el Catalán reciben en mitad de la zaga, la mayoría de sus pases son horizontales, hacía atrás o de cara a los laterales. Sin embargo, no se la juegan a la hora de romper líneas rivales con pases filtrados, que te puede salir muy bien o muy mal, pero de ahí que el fútbol decida.
Oliver, “el pícaro” Torres
Ahí es cuando Óliver Torres entra en acción como un jugador que tiene la regla de “primertoquismo” en vena y el recibir-distribuir-moverse en la cabeza. Su felicidad en el campo se mide sobre la cantidad de balones que pasan por sus pies.
Siempre está disponible para ser receptor de pases por todo el ancho de campo. Además, a ello hay que sumarle su gran capacidad de desequilibrio. Su ánimo vertical y su gran utilización de su cuerpo le facilita un gran agarre de balón y tiempo para alzar la mirada y dirigir el pase a cualquier movimiento de su compañero.
Sin duda alguna es el jugador que más dinamismo imprime a la circulación de balón en el equipo. Y como ya todos sabemos el dinamismo va de la mano de la creación de peligro para así hacer goles.
Ya el jugador tiene un caldo de cultivo exquisito, pero necesita explotarlo aún más para que se vaya asentando en el equipo y consiga el estatus de “vaca sagrada de la plantilla”