La presión es una acción que se realiza en fútbol con la intención de reconquistar el esférico a tu favor. Tiene como propósito principal reducir los espacio e intentar evitar que el equipo adversario progrese en el terreno de juego. Precisamente, en este contexto, el Sevilla 21/22 de Julen Lopetegui son el equipo de LaLiga que menos presiones realiza a sus rivales cuando éstos tienen la posesión de balón.


Esta ilustración muestra varias cosas significativas, que los de Lopetegui son uno de los equipos que más tarda en recuperar el balón, que menos acierto tiene en las presiones que hace y que, por ende, menos hace durante los encuentros, siendo el colista de este apartado.
Si, por ejemplo, lo comparamos con uno de los equipos que más presiona en campo contrario, el Athletic Club, las diferencias son abismales, pues hay hasta 5 jugadores del conjunto vasco que presionan igual y mejor que el futbolista más eficaz del equipo andaluz (Joan Jordán):


En el último encuentro contra el conjunto bermellón, son muchas las situaciones que se ven donde este Sevilla, con el marcador en contra, no presiona todo lo bien que debería. Mejoró en la segunda mitad, sí, pero no tanto como describió el de Asteasu. Entre jugadas polémicas, la de Lamela y demás, en total, contamos 4 situaciones de peligro real.
En ocasiones, los rojiblancos parecen especular con el resultado, incluso con el empate, que en el minuto 80 puede ser hasta normal, pero no durante todo el encuentro, siempre esperando esa puntualidad sobre el gol que siempre han mostrado. Vamos a comparar las recuperaciones de uno y otro equipo, en terreno rival, cuando el Sevilla juega fuera de casa:
- Getafe (21 recuperaciones en campo contrario) – Sevilla (14 recuperaciones en campo contrario).
- Elche (7) – Sevilla (17).
- Real Sociedad (20) – Sevilla (9)
- Wolfsburg (7) – Sevilla (20)
- Granada (6) – Sevilla (11)
- Lille (10) -Sevilla (15)
- Celta (14) – Sevilla (9)
“¡Julen, quédate!”
No todo es malo. Porque a Lopetegui no solo le avalan sus magníficos resultados, sino su capacidad para sobreponerse. Él piensa que el planteamiento propuesto en cada partido va a funcionar, porque cada técnico simula un escenario de choque en su mente, que luego puede ser todo lo contrario, porque al final, no olvidemos, el deporte es impredecible. Lo difícil -aunque es más fácil teniendo la plantilla tan variada que tiene- es aceptar que se equivoca y tener esa capacidad, mediante la pizarra, de intervenir con jugadores y cambios de esquemas que hacen cambiar el signo del partido. Tiene mucho mérito.
En el encuentro contra el Mallorca pudimos apreciar como, en el minuto 60, el técnico guipuzcoano cambió de esquema (del 4-3-3 al 2-1-4-1-2) e introdujo hasta tres jugadores (Augustinsson, Delaney y Lamela) influyendo tanto en los locales que, sin tantas variantes en el banquillo, le pesaron las piernas tanto que no pudo nada más que terminar el encuentro en campo propio, “salvándose de una derrota por el roce de una mano”. A pesar de todo, le pese a quien le pese, es el entrenador correcto y nadie debería dudar de ello.