Ayer se vivió un baño frio de realidad en el Ramón Sánchez Pizjuán. Un golpe muy bajo que reafirma el claro objetivo del Sevilla esta temporada; luchar por la permanencia y llegar lo más lejos posible en Europa, la única vía posible para entrar en competición europea la temporada que viene.
Sampaoli volvió a caer en la misma piedra de siempre a la hora de la gestión de campo en la segunda parte, los jugadores cayeron en un desquiciamiento, mutuo con el aficionado, que se refleja en la acción de Acuña cuando rompe el papelito táctico, y el Sevilla, que tenía una racha ascendente en casa, volvió a no sumar, viéndose de nuevo en la cuerda floja ya que los de su alrededor hicieron los deberes, muy dignamente, ante equipos de la parte alta.
Para unos pocos ilusos y optimistas, el Sevilla puede llegar a luchar por Europa todavía, pero para otros muchos, más todavía por el partido de ayer, el conjunto hispalense no puede aspirar más que buscar la permanencia y pensar en el siguiente proyecto.
Lo de ayer supuso un punto de inflexión final a la hora de cambiar el prisma de visión de muchos sevillista optimista que veían como la luz rojiblanca se acercaba a los puestos europeos. La realidad, pese lo que pese, es esa.
Hay que bajar la pelota al barro esta temporada y frente al factor psicológico que supone jugar en esos puestos bajos de la clasificación, tener resiliencia y constancia para que no acabe en una tragedia superior.
Ni fu ni fa Sampaoli
Sampaoli habrá mejorado al equipo, no es muy difícil, en cuanto a la estructuración y la disposición en el campo además de mejorar en gran parte la capacidad física, pero la plantilla sigue teniendo esos vicios pasados que reafirman que el principal problema es la planificación de esta temporada y la prácticamente nula transición de plantilla en los últimos años.
Se le puede reprochar, con mucha firmeza, la nefasta gestión de campo y de cambios en las segundas partes a Sampaoli, su excesiva flexibilidad, sus planteamientos algo alocados pero hay que poner en valor la decisión que tomó en octubre de tomar las riendas de un vestuario exaltado, muerto en la orilla de los puestos de descenso y con una presión tanto deportiva como institucional, esa es otra.
Ni somos peores por el partido de ayer ni somos mejores tras esta pequeña mejoria. En ese sentido, la ojana sevillana juega su papel en unos sevillanos, tanto béticos como sevillistas, en este caso en la parte nervionense, que tienen una habilidad innata de magnificar todo y exagerar las situaciones y las dinámicas tanto positivas como negativas.
Nos martirizamos constantemente. Es el ciclo vicioso de cualquier sevillano medio y Sampaoli, parece haber nacido en el barrio de los remedios, frente por frente al Real de la Feria y no en la barriada humilde de Casilda.