Fue en la temporada 2007/08 la última vez que un equipo que rompió la rutina de cada temporada en la Primera División de España. Era el Villarreal de Manuel Pellegrini y los Godín, Gonzalo, Capdevila, Marcos Senna, Cazorla, Rossi, Pirès, Rossi…. que acabó como sub-campeón de LaLiga, colándose entre los dos más ‘grandes’ del fútbol español. En esas se encuentra el Sevilla, que tras nueve temporadas seguidas, tiene el viento a favor para romper el manido y metafórico ‘techo de cristal’ que han instalado los actuales tres y no dos transatlánticos del fútbol español.
Con la posibilidad más que certera de que incluso el Real Betis pueda terminar entre los cuatro primeros, por delante de Barcelona o Atlético, podría hacer cambiar la estructura jerárquica de LaLiga Santander. Al menos a corto plazo.
Como el Real Madrid posee a dos de los jugadores más determinantes de LaLiga no es todo lo peligroso que su historia demuestra; el Barcelona tampoco es el de tiempos mejores y el Atlético de Madrid no es tan estable ni en los resultados ni en sensaciones; los opinólogos de los medios, con voz baja y risible, colocan como alternativa al título liguero al Sevilla. Y ganarla sería maravilloso, pero es quimérico. Porque siempre han faltado figuras imprescindibles que permitirían requerir el campeonato liguero de una mejor manera de lo ya realizado. Piezas que sí ha podido disponer el líder.
Conseguir permanecer por delante de equipos que le superan en presupuesto, permitiría que la entidad hispalense cruzara unas líneas rojas que se han ido construyendo en el terreno de juego durante la última década.
Objetivos más altos que el ser segundo es ficticio; que es lícito pelearla pero no debe ser el objetivo principito. El state of mind no puede ser otro que acceder a clasificarse para la Champions League con la mayor distancia posible de sus perseguidores. Y con el valor añadido de instalarse en suelo, hasta la fecha, solo apto para equipos oligarcas.