La llegada de Jorge Sampaoli sobreexcitó a la mayor parte de la afición sevillista que se agarró a un clave ardiente para pensar que la situación se cambiaría con un simple cambio en el banquillo cuando el verdadero problema venía desde una raíz profunda, una planificación calamitosa donde el físico de la plantilla es el lunar más grande, donde los perfiles que han traído no son certeros y muchos de ellos no se acoplan al estilo de Sampaoli y donde las plusvalías de las que dependen el Sevilla por su modelo económico-deportivo van a costar generarlas ante la edad media de la plantilla.
Eso sí, la responsabilidad total de la planificación le corresponde a un Monchi que también tiene mucha razón cuando dice que las notas se ponen en Junio. No obstante, por el momento, difícilmente podemos creer que esa nota positiva que se espera en Junio sea una realidad, viendo el rendimiento de la plantilla en este inicio de temporada.
No en vano, en este aspecto, Sampaoli estuvo muy bien a la hora de bajar la pelota al barro y ser realista. Reafirmó y mencionó de manera indirecta lo que Caparrós llamaría como “el azúcar del fútbol”. Él mismo allá por 2013 soltaba declaraciones como; “Esta derrota nos va bien para bajar el azúcar”, “Si te dan mucha azúcar no puede ser bueno”.
En este caso, Sampaoli fue contundente en rueda de prensa hace unas semanas comentando que “estamos más cerca de dar un paso hacia atrás que hacia adelante. Debemos ser minuciosos y trabajar en cualquier cosa que nos pueda llevarnos hacia atrás. Eso es una realidad, no es ninguna estrategia”.
“Estamos expuestos a la irregularidad y hay que tratar de que sea menos compleja porque si volvemos atrás hay que empezar de cero”.
Una situación que se veía venir
La situación es un bucle constante donde el agujero negro que lo dificulta todo es la planificación deportiva. Si de partida ésta falla, difícilmente el Sevilla podrá competir y volver a los puestos de arriba, a ese campamento base que tanto repite Pepe Castro.
Además, es una realidad. No pasa de 50-55 minutos que el Sevilla puede seguir compitiendo ante cualquier rival, de ahí a que muchas primeras partes, ejemplo claro, el equipo se muestre inoperante en lo ofensivo y frágil en lo defensivo, de ahí a que sigan los fantasma del pasado.
Lo que también es una realidad es lo poco acostumbrado que está el equipo a luchar en lo más bajo de la liga española, en el barro donde se lucha por la permanencia en la élite. Para un equipo como el conjunto nervionense, que lleva sin estar en esa situación años, verse inmerso ahí abajo sin luz al final del túnel supone un desgaste mental enorme.
Sea como fuere, todo pasa por salvar la papeleta en un mercado estival que se espera muy movido. Y, aún así, esta planificación va a traer consecuencia futuras puesto que si este era el año de la transición y de el equilibrio de costes, para salvar el equipo y ponerlo a flote se va a tener que hacer una fuerte inversión en por lo menos 4 jugadores, entre ellos un central, dos centrocampistas de garantías y el ansiado ya delantero centro que Nervión lleva sin ver desde que Wissam Ben Yedder puso rumbo a tierras monegascas.
Mas tarde que nunca esta situación se iba a ver y como en este Sevilla actual nadie asume la responsabilidad y todos parecen tener una careta de Halloween puesta, valga la redundancia, los odios sordos se hacen escuchar y desde puertas para fuera desespera y frustra esa misma actitud, máxime cuando la pelota no entra, porque, cuando entra, se hacen ocultar muchas cosas.
Sin duda alguna Sampaoli sabe en lo que se ha metido y al menos que no traiga sal para revertir la situación, valga la redundancia de nuevo, llegará hasta final de temporada con un final todavía muy incierto pero que se espera, por el momento, muy crudo.