La gira americana del Sevilla FC comienza con victoria. En penaltis, eso sí, ante el Crystal Palace, los nervionenses se impusieron desde los once metros y se alzaron con el The Motor City Cup en un encuentro en el que se destaparon las carencias de los de José Luis Mendilibar y de los estadounidenses en cuanto a acoger un partido de ‘soccer’. Pese a no faltar el águila de cabeza blanca o el himno de los Estados Unidos, lo de jugar en un campo de béisbol readaptado para el fútbol, la línea -que no círculo- que marcaba el lanzamiento de los penaltis o el bochorno en la tanda que resolvería el partido fue mayúsculo.
Los días se acaban y en el Sevilla parece que no se avanza sobre el terreno de juego. Mientras las salidas andan cerrándose, las llegadas son necesarias para un equipo que vive de lo que lo ha hecho en años atrás independientemente de quién fuera su entrenador. Suso es el único con la capacidad de agitar el árbol en busca del fruto; Rakitic sigue tirando de un centro del campo que clama físico; y Bono sigue demostrando que hay que romper la regla de los 20 millones de euros por un portero que supera la treintena. La primera mitad de los nervionenses estuvo marcada por estos tres futbolistas, que amenizaron algo la madrugada a aquellos sevillistas que estuvieron delante del televisor viendo a su equipo a casi 6.500 kilómetros de distancia.
Siguen los vicios que hemos visto en pretemporada. El equipo no acaba de ajustar la presión, no llega con mucha gente al área rival y sigue obcecado en jugar por la banda derecha. Idrissi y Acuña, en el primer tiempo, tocaron tres balones justos cada uno. Vive de las rentas pasadas esperando un cambio radical en la plantilla que, a 31 de julio, solo cuenta con Pedrosa -que no tuvo minutos ante el Crystal Palace- y con un Gattoni que, aunque tiene planta de buen central, necesita pulir ciertos aspectos como el marcaje para ser un titular de garantías.
Pese a que los del veteranísimo Roy Hodgson tuvieron una doble ocasión que Bono supo cortar de raíz con dos buenas intervenciones, el que se iba a adelantar iba a ser el Sevilla FC, que comenzó con un disparo al palo de Ocampos. Casi al final del primer acto, un balón rechazado en un saque de esquina ensayado por parte de los sevillistas le iba a caer a Rakitic, que le pegó a bote pronto y con el exterior dejando a todo el cuadro inglés mirando como entraba la pelota por el palo largo.
En la segunda mitad si que acabó consumándose el peor show de la historia. El Sevilla comenzó a encontrar a Idrissi, que gozó de la única oportunidad de todo el segundo acto, y a partir de ahí empezó la caída libre. Joan Jordán seguía perdiendo balones que costaban ocasiones, Iván Romero estaba más tiempo en el suelo que de pie ante dos auténticos bigardos y el equipo empezó a diluirse. Mendilibar buscó probar el 4-4-2 con En Nesyri y Rafa Mir y no pudo probar nada porque la colegiada, que amonestó a Gudelj en el 8′ por una falta que no requería de sanción, acabó expulsando al serbio ya con el 1-1 en el marcador tras una gran jugada de Eze tras error de Jordán y fallo de Gattoni, que le encimó tarde. Los nervionenses supieron sufrir en un encuentro en el que casi que lo más destacado fue una tangana tras una falta sin intencionalidad por parte de Acuña y una conversación acalorada entre Rakitic y Roy Hodgson.
Como el partido tenía que terminar con un ganador había que disputar una tanda de penaltis. Aunque no había nada raro en ello, lo verdaderamente surrealista fue que el sorteo duró más que la propia tanda, que constó de solo dos penaltis. Rakitic anotó el primero y el futbolista del Crystal Palace la mandó a la madera, acabando así, para sorpresa de todos, un partido de fútbol en un país que ha fichado a Leo Messi para promocionar su querido -y poco seguido- ‘soccer’.
Es lógico que existan preocupaciones en el sevillismo a 31 de julio. No hay sponsor en las camisetas, los dos únicos fichajes se cerraron hace meses y el equipo sigue tienen las mismas carencias (o más) que hace dos meses. Mendilibar tiene que dejar los inventos a un lado, más si cabe con la disputa de la Supercopa de Europa a la vuelta de la esquina, y Orta debe aligerar como sea la plantilla para dotar al equipo de piernas frescas, largas y con dinamita por las venas.