El Sevilla FC 5-3 UD Levante fue la consagración de que Lopetegui está dando con la tecla. Con un coliseo sevillista a reventar, con la vuelta de su mágico Gol Norte, nervionenses y levantinistas firmaron el encuentro más loco de LaLiga con hasta ocho goles. Óliver Torres destapó el tarro de las esencias y con el paso de los minutos el Sánchez-Pizjuán fue testigo de uno de los partidos más alocados que se recuerdan en Nervión.
Día señalado en rojo en casi todos los calendarios de los sevillistas. La vuelta al Sánchez-Pizjuán, casi un mes después y sin restricciones de aforo, no se la podía perder nadie. Con las restricciones desapareciendo y viendo la luz al final del largo túnel, el barrio de Nervión iba a disfrutar, de nuevo, de un fin de semana de partido como los de antes. Además, con la vuelta de Biris Norte al coliseo sevillista, era un día para recordar.
En el césped, Lopetegui seguiría haciendo rotaciones pero manteniendo a ciertos futbolistas que le dieron mucho ante el Lille. Óliver Torres, Delaney y Fernando se están posicionando como el centro del campo para el técnico vasco, que además le dio la titularidad a Dmitrovic, Augustinsson y Munir en un once que, sobre el papel, era bastante solvente para ganar a un necesitado Levante, que buscaba la victoria en el segundo partido de Pereira en el banquillo granota.
Como ya lo hiciera en Francia, el Sevilla salió a por todas ante el Levante. Siendo el equipo reconocible de las dos anteriores campañas, la intensidad en cada balón dividido que imprimían los de Lopetegui hacían que siempre acabara cayendo en los pies de algún futbolista de blanco. Creando bastante peligro desde el comienzo, no tardarían en adelantarse los sevillistas por medio de Óliver Torres en un saque de esquina. Augustinsson la puso con música al segundo palo y el extremeño, sin pensárselo, se sacó una volea espectacular en la que nada pudo hacer Aitor en el 6′ de encuentro.
Lejos de conformarse con el tanto conseguido, los sevillistas siguieron apretando espoleados por una grada que quería disfrutar de los suyos. Suso y Óliver estaban endiablados, parecían ‘Zipi y Zape’. Las conexiones entre ambos y lo trascendentales que fueron durante la primera mitad fue una cosa espectacular. Delaney, asentadísimo ya en el club, fue ese complemento para Fernando que tanto necesitaba el Sevilla para crecer y dio un ‘clinic’ de fútbol.
Sin comerlo ni beberlo, Rafa Mir sería el autor del segundo tanto del encuentro. En la frontal del área y sin apenas posibilidad para marcar, el murciano, tras error de Aitor Fernández, logró introducir el cuero en el fondo de las mallas. En el 28′, tan sólo cuatro minutos más tarde, Suso hizo la jugada del encuentro ante Carlos Clerc y la mandó directa a la madera para confirmar que su mejor fútbol está de vuelta.
El luminoso parecía que no se iba a mover mucho más en la segunda mitad. Al menos, ni LaLiga ni el Sánchez-Pizjuán están acostumbrados a eso. Pero estábamos equivocados. El Levante, por medio de Morales, recortaría distancias con un zapatazo por toda la escuadra derecha de Dmitrovic y, cuatro minutos después, Diego Carlos, imponiéndose en el área, logaría rematar un gran centro de Suso para poner el 3-1 con el que acabaría el primer acto de infarto.
La segunda mitad fue el colofón del partido tan loco que se estaba viviendo. Munir, en el 50′, puso el cuarto para los nervionenses, pero en el 61′ de partido el marcador indicaba un 4-3 en el marcador. Un error imperdonable de Dmitrovic en una paupérrima salida y otro de Diego Carlos fueron los culpables del doblete de Morales y del tanto de Melero. El súper sólido Sevilla se había derrumbado atrás y había afiliado sus cuchillos con los huesos de sus víctimas para ser letal arriba, provocando, en el 64′, que el Levante errara atrás y Fernando Reges, a placer, anotara el definitivo 5-3 a pase de Jesús Navas.
El gol del brasileño supuso el último del encuentro. A ningún entrenador le gusta, y mucho menos a Lopetegui, que se acumulen tantos errores defensivos atrás por mucho que arriba estés de sobresaliente. El cansancio de ambos equipos, unido a que el Sevilla siguió insistiendo sobre la portería de Aitor espoleado por los suyos, fue determinante para que no se moviera más el marcador en la fiesta que se vivió en el Sánchez-Pizjuán.