Esperemos que en el club, la paciencia de la que pedía Monchi a los aficionados sevillistas con la nueva temporada, haya llegado a su tope en caso de una derrota en Villarreal y se busque nuevo técnico. No sería lo más justo, pero alguien debe pagar los platos rotos. Timing perfecto sería, pues hay de por medio dos semanas de descanso para clubes.
Todos sabemos que Julen Lopetegui es el entrenador con más victorias y puntos en una temporada liguera; que sí, que también ha sabido pulverizar todos los récords habidos y por haber. Que nos dio una alegría inmensa aquel tan duro verano de 2020, pero la vida son ciclos y la etapa del inquieto técnico vasco debió terminar con los mínimos exigibles cumplidos la temporada pasada (clasificación a Champions League). A lo mejor no es el único culpable pero es la cabeza más visible de un declive de efectividad en resultados
Los mentideros de este deporte aseguran que no se suele ser tener ni memoria ni paciencia con aquellos que han sido fundamentales para el éxito de una entidad. Y la palabra injusticia viene muy adecuada para la actual situación que vive Julen Lopetegui con esta actual plantilla. Pues a nadie se le escapa que estos jugadores, en el cómputo global, son peor equipo que en el pasado curso. Porque en la temporada pasada, sobre todo en la primera parte de ella, gran parte del proceso se basó en que cualquier victoria debía partir de una inexpugnable defensa.
Entonces, lo primero que hay que puntualizar cuando hablas de que Lopetegui no debería seguir, sería no poner todo el foco de culpa sobre él, pues dirección deportiva y consejo de administración han fallado.
- Presidente y séquito por hacer una huida hacia delante. Por mantener con vida a un paciente que respiraba a duras penas; que casi por memoria histórica se le mantuvo en el banquillo, esperando una oferta de algún equipo que hiciera que se desvinculara del Sevilla. Por mucho menos, otros entrenadores fueron despedidos.
- Monchi y dirección deportiva. ¿Ojo clínico y big data errado?. La tarea de sustituir a la mejor pareja de centrales de la historia, de momento, no está dando sus frutos. En el momento más crítico sobre su continuidad, Lopetegui confía en Gudelj para la zona trasera, quien estaba descartado en verano y quien su posición preferida no es la de central. Nianzou aún es joven y ya sabemos todos lo que pasó con Koundé entre septiembre y diciembre del 2019. Ya lo de Marçao ni lo nombro. Pero es que luego vas al mediocentro y hay muchos futbolistas acomodados, sabiendo que, independientemente de su rendimiento, minutos tendrán. La renovación en centro y delantera fue imposible por el mantenimiento de una plantilla que superaba las expectativas económicas y deportivas durante los tres últimos años. Se obligó en la sociedad deportiva hispalense a cuadrar cuentas, ‘apretarse el cinturón’ y aplicar la teoría: “Antes de entrar dejen salir”. Pero apenas nadie abandonó Sevilla.
Las dinámicas en el fútbol tienen mucha culpa de las situaciones en las que afronta un equipo el partido, quizás muchas veces esto te haga ganar o perder dicho encuentro. La psicología tiene mucho que ver ya que si la dinámica es positiva, la plena confianza en conseguir la victoria será mayor ya que ésto es muy importante en un deportista. Y cuando la dinámica es negativa, todo parece salir mal: “El balón no entra” “hemos tenido mala suerte”.
Y es cierto que, a partir de la incursión de Kike Salas y Carmona, el equipo da signos muy tímidos de mejora respecto a los primeros partidos. Pero las segundas partes son capaces de acabar con la ilusión del más optimista. Equipo mediocre en más del 50% de los puestos.
Ha habido de por medio casi todo un año natural para que el entrenador buscara las soluciones para un equipo en decadencia desde enero. 7 victorias y 9 derrotas en 35 partidos en 2022 es insostenible e indefendible hasta para los más resultadistas. Sin más que exprimir en la naranja de inventivas del vasco, toca dar el paso al club cambiando de almirante, pues aún estamos en septiembre y a tiempo de revertir la postura de un barco que intenta navegar recto, pero que con cualquier ola contra la que se choca destroza a una tripulación muy débil de mente y de fútbol.