El Sevilla seguirá haciendo el ridículo en todos los estamentos y no pasará nada. Monchi no saldrá a reconocer que ha hecho la peor planificación de su carrera, Castro no dará su brazo a torcer y Sampaoli no hará autocrítica ni una sola vez. La forma de caer en Montilivi, en la que intervienen directa e indirectamente los dos responsables de la parcela deportiva, refleja la situación de un club que no da pie con bola en ninguna de sus líneas de acción.
El Girona iba a dar guerra al Sevilla. Montilivi es un estadio en el que el visitante suele pasarlo mal a lo largo de los 90 minutos. Ya ocurrió con Machín cuando ascendieron y está ocurriendo nuevamente en esta nueva etapa en Primera División. Fernando y Nianzou, el villano principal en tierras gerundenses, erraron en dos acciones clave al comienzo del encuentro que acabaron salvando Bono e Iván Martín, con una vaselina que mandó alta. La presión y la intensidad de los locales, como la de Míchel en el área técnica, iba a protagonizar todo el encuentro.
Nadie esperaba, ni el propio Nianzou, que el Sevilla se pusiese por delante, pero lo hizo. Falta botada con maestría de Rakitic al corazón del área y testarazo del francés, que esperaba crecer en confianza con el gol. En la primera acción de ataque los de Sampaoli iban a ver portería pero la dinámica no iba a cambiar mucho. Un equipo herido como el nervionense, con una ansiedad y un miedo al error tan exagerado como inusual viendo el recorrido de los años anteriores, tiene que sufrir en todos los encuentros.
Los catalanes seguían haciendo daño por los costados y maniatando al Sevilla, que esperaba robar y correr. Quizás se equivocó de entrenador, porque Sampaoli no es ni mucho menos un técnico para jugar al contragolpe, pero por ahora, no sabemos por cuánto tiempo más, es el suyo. Ha habido crecimiento en el juego colectivo, pero parece que nadie en el club es consciente de que cuando lidias con fantasmas necesitas a un exorcista.
El comienzo del segundo acto iba a darle al Girona lo que mereció en el primer acto. Jordán no llega a robar, centro raso de Toni Villa que coge dormido a Nianzou y gol del incombustible Stuani, al que no le puedes dar ni media ocasión. Con el gol, más y más nervios y más y más miedo a irse de vacío. Rafa Mir mandó fuera un rechace de Gazzaniga muy complejo de dar dirección y el Sevilla desapareció. Por mérito del Girona, que no paraba de buscar los costados, y por demérito de Sampaoli, con una dirección de campo casi imposible de entender. Sacó a Badé y a Fernando para dar entrada a Lamela y a Montiel esperando que se alinearan los astros en algún centro al área, pero está más preocupado de qué hace Monchi que de lo que está en su mano. Poner a Rafa Mir en el 85′ como extremo en un intento de mandar un mensaje a la directiva…
Nianzou destruyó lo poco que se había construido al final del partido. El francés había reconocido horas antes que tiene momentos de desconexión y, en el 88′, perdió una pelota clave frente a Valery y Yangel Herrera la picó fácil por encima de Bono. Lo que era un punto y gracias se terminó convirtiendo en la nada más absoluta.
El domingo, que es el día del señor, a descansar y el lunes no pasará nada. El Sevilla vive un jauja desde verano, cuando decidieron darle continuidad a un proyecto caduco sin capacidad de hacer la revolución que había que hacer. Desde hace meses importa más el ego y los sillones que la pelota para un club de fútbol. Cobrar se cobra igual se gane, se pierda o se haga el ridículo. Monchi debe asumir su responsabilidad, Castro dar explicaciones de porqué a 14 de enero solo hay un incorporación y Sampaoli asumir que, en resultados, no ha mejorado en demasía al ‘malo’ de Lopetegui.