El Sevilla FC no compareció en el Sánchez-Pizjuán. No fue Sánchez Martínez el culpable del terrorífico debut liguero de los nervionenses ante un Valencia plagado de canteranos y que sigue siendo un clarísimo candidato al descenso. El 1-2 no debe explicarse a través de excusas, de fallos arbitrales o de cualquier tipo elucubración judeo-masónica. Los errores propios, la inventiva de un entrenador claramente influenciado por el perfil de futbolistas que tiene -lógico, por otra parte- y que siguen en la plantilla por tercer año consecutivo y lo típico de los primeros encuentros de temporada deben ser las únicas cuestiones a analizar.
Viendo el once que ponía en liza Mendilibar se podía intuir que los tiros no irían a la diana. Por mucho que un Valencia con Diakhaby como pivote y como atleta de fondo superando líneas se presente en el Sánchez-Pizjuán, uno tiene que ser fiel a lo que funciona. La conjunción de Rakitic, Suso y Lamela en el mismo once inicial no se ha dado ni podría darse. Un equipo totalmente descosido, falto de ritmo y de físico lo apostó todo a la calidad individual por encima de lo colectivo. Para el Valencia fue un tramo de una autopista alemana, de esas que todos soñamos con coger alguna vez en nuestra vida, sin límite de velocidad. Podía ir y volver, que el centro del campo del Sevilla no reaccionaría. Fernando no es eterno.
En ese equipo resquebrajado comenzó la derrota nervionense y, sin lugar a dudas, el peor partido de Mendilibar desde la dirección técnica. El juego posicional hacia aguas y solo quedaba ampararse en algún toque de magia de Suso u Ocampos o que le llegara un buen centro a En Nesyri. El argentino lo intentó a la contra y estuvo cerca, así como el marroquí que firmó el único disparo entre los tres palos por parte de los nervionenses en la primera mitad.
Lejos de arreglar el desaguisado del primer acto, Mendilibar siguió en sus trece de no mover nada hasta el 58′ con la entrada de Óliver Torres en busca de dotar de brío e intensidad a un centro del campo huérfano. Hasta el peor Jordán hubiese mejorado lo que había. Después de que Bono le hiciese una buena parada a Hugo Duro, en una internada de André Almeida por la derecha llegaría el primero para el Valencia. Diakhaby, con un disparo mordido desde la frontal, pondría el 0-1 en el luminoso en el 60′. Se veía desde el minuto 10 que esto no lo podía ganar el Sevilla.
La entrada de Óliver no iba a solucionar el partido. La idea de Mendilibar era que se impusiera la calidad y hasta que los desequilibrantes no conectaron no llegó la reacción. Suso, en el pico del área, la puso con música al segundo palo para que En Nesyri, en carrera, fusilara a Mamardashvili con un remate de cabeza imparable. El 1-1 fue fruto de la calidad ineludible que el equipo tiene. Cuando juegas a esto tienes que estar muy seguro de que los tuyos son tan buenos y que los otros no lo son tanto.
Tras el gol sevillista poco, por no decir nada, por parte de los nervionenses. Errores propios y una dirección de encuentro de Sánchez Martínez terrorífica. Solo acertó en las tarjetas amarillas, pero se encargó de parar el juego continuamente y siempre cuando el supuesto infractor llevaba una camiseta blanca. En el 80′ llegó la polémica del encuentro, con la expulsión de Badé tras un agarrón sobre Hugo Duro cuando se disponía a irse frente a Bono tras un error previo del francés y de Gudelj. La acción, que parece evidente para algunos al no considerarse manifiesta de gol, se produce dentro de la famosísima zona DOGSO y con el portero sevillista fuera del área. Para los que creen que criticar es incendiar ven que el colegiado actúa deliberadamente en la expulsión a Badé, pero así es el fútbol.
Con Mendilibar asustado y buscando el empate sacando a En Nesyri del campo inmediatamente en el mejor momento del Sevilla, el Valencia se creyó que podía ganar en su debut en liga y Javi Guerra, héroe de la permanencia en Mestalla, confirmó el horrible encuentro de los nervionenses y el gran esfuerzo y partido de fútbol de los de Rubén Baraja.
El fútbol no deja de ser un juego de errores. El Sevilla no dio una en los más de 100 minutos que se disputaron. Ni en el once inicial, ni el primer planteamiento, ni el segundo ni el tercero. Los cambios no aportaron, de hecho restaron con Gattoni, y los nervionenses firmaron el peor encuentro de la era Mendilibar. Lejos de incendiar todo, el partido debe de servir como acicate a los que dirigen y mandan para que se le busque una solución a un equipo que vive de las rentas y de los errores de las tres planificaciones anteriores. Atenas está cerca.