El Sevilla FC le plantó cara a la Juventus, mantuvo el 0-1 durante la mayor parte del encuentro y mereció ganar. Mereció, al menos, un final dulce y no amargo, porque aunque el infortunio empaña el trabajo hecho, las sensaciones no pueden ser mejores.
“Que corra la pelota”, decía Juan Román Riquelme, que además de genio, era sabio. En la misma escuela de eruditos estudió ‘Mudo’ Vázquez o el sempiterno Iván Rakitic, que se viste de gala en las citas importantes. Porque las piernas importan, pero cuando fallan, es ahí donde actúa la cabeza. El Sevilla, sin la necesidad de volverse loco, aguantó a la Juventus con el posicionamiento. Allí donde se movía la pelota, aparecía un jugador de rojo. Lectura del juego, cabeza y recuperación. Que no significa que los de Mendilibar no corrieran, pues dejaron hasta el alma en el verde, pero sin perderse. Al contrario que los italianos, que deambularon como pollos sin cabeza, los de Nervión hicieron un alarde de táctica y dieron una masterclass de lo que es fútbol. El de verdad, el que cuesta. Jugar de cabeza, como si de un antifaz que tapara la visión se tratara. Lo típico de los equipos de José Luis que para nada pareció ser un novato en esto de las noches de gloria.
El conjunto hispalense dominó el encuentro, demostrando garra en los primeros compases, doblegando a la Vecchia Signora en su casa y asaltando, una vez más, el Juventus Stadium. Pero supo entender lo que se requería, que era astucia. Bajo dos marchas, se acomodó en el verde y jugó al balompié, siendo superior en diferentes situaciones del partido. Tomó la pelota, la entregó, la recuperó y volvió a construir, desorganizando al rival para luego atacar. A nivel defensivo inhabilitó a un portento como Vlahovic que las olió pero sin demasiado peligro, cerró puertas en las dobladas de los carrileros y sometió el centro del campo. Rakitic y Fernando, gatos viejos, custodiaron la mitad del terreno y sirvieron de pelotas de todos los colores a los más explosivos del once, tarea encomendada a Bryan Gil, Ocampos mientras estuvo en el campo y En-Nesyri, incansable en la presión y en el ofrecimiento. Compromiso y pundonor. Los laterales, Navas y Acuña, ejecutaron su misión: defender, subir la bola y penetrar los carriles. En la zaga, la química que distingue a la excelente pareja compuesta por Gudelj y Badé, despejaron y cortaron los atisbos ofensivos de la Juventus. En general, sobresaliente para todos. Lo que más destaca es lo que se remarca en estas líneas: el conocimiento del devenir del partido.
Se perdió algo en los últimos coletazos del tiempo reglamentario y ahí vino el gol. La Juventus, con más ansia que otra cosa, echó toda la carne en el asador y en el ultimísimo momento, se llevó un resultado que por méritos no debió conseguir. Las sensaciones son más que positivas, por mucho que pese el luminoso, porque lo de hoy es solo la primera batalla de las semifinales. El problema lo tienen en Turín. El Ramón Sánchez-Pizjuán será una caldera, como así se demostró frente al United, y para sellar el billete a Budapest habrá que sudar. Este Sevilla se hace grande en su competición y los deberes están hechos. El jueves pinta bien.