Carlos Marchena ha sido uno de los grandes proyectos de futbolista que ha emanado de la Carretera de Utrera junto a Ramos, Jesús Navas o José Antonio Reyes. El de las Cabezas de San Juan repasó en una entrevista para Relevo sus etapas como jugador, entrenador y miembro de la dirección deportiva, así como su maltrecha relación con Monchi.
La situación económica del Sevilla a principios del siglo XXI obligó a vender todo lo posible para sanear las cuentas. Marchena era uno de esos canteranos que llamaba la atención de grandes equipos europeos y, tras la disputa del Europeo Sub-21 del 2000, le comunican que se tiene que marchar: “El club estaba muy mal en mi época, muy necesitado. A mí me dijeron que tenían que venderme y rogué para que no fuera así porque no me quería ir de ninguna manera. Me dijeron que tenían que venderme porque no había para pagar la luz. Yo entiendo que cuando el club está necesitado, no esperas a pedir 1.200 ó 1.500. Prefiero 1.000 ahora, que 1.500 dentro de un mes. Ahí me pillaron en medio y no se miró por mi futuro. Ésa fue mi salida del Sevilla. Estuve sentado con el Milan, pero fue el Benfica primero que llegó y puso el dinero. Llegué un día del Europeo Sub-21, aterricé a las diez de la noche. Estaban mi padre y mi madre esperando en el aeropuerto. Yo creía que me llevaban a casa y, en vez de ir allí, me dijeron que tenía que ir al club. Estaban tres señores esperándome y me dijeron que me habían vendido. Eran Roberto Alés, que en paz descanse, que era el presidente; mi representante entonces, Rodríguez de Moya; y Monchi. Me dijeron que me habían vendido al Benfica. Me dijeron que tenía que irme por la mañana en avión a Lisboa”.
Monchi, por aquel entonces, era el delegado del Sevilla FC, pero Marchena reconoce que ya hacía las funciones de director deportivo: “Monchi ya hacía un poco ahí de… Es en lo que luego se convirtió, en director deportivo. Ésa fue mi salida. Yo dije que no mil veces y me dijeron mil y una que sí. Me volví a negar. Hubo un señor que hacía de intermediario [no quiere dar el nombre públicamente] que me amenazó y me dijo que si no me iba a Portugal se preocuparía de que no jugara ni en Tercera División”.


Una vez que Marchena decide colgar las botas le surge la opción de volver al Sevilla tras la salida de Monchi a la Roma. Primero al Sevilla FC C, luego como ayudante de Caparrós en el primer equipo, pasó a la dirección deportiva pese a estar en Rusia junto a la Selección Española y luego al Sevilla Atlético: “Entré cuando se va Monchi, que fichó por la Roma. Vienen a por mí y querían que entrara en el club. Yo empecé dirigiendo con Gallardo el Sevilla C. No terminamos el año porque fue cuando salió Montella del primer equipo y llegó Joaquín Caparrós. Joaquín nos rescató para el primer equipo. Y allí fuimos, a pecho descubierto, como ayudante y con un contrato a cero euros. Este contrato no importaba para mí con tal de ser ayudante de Joaquín Caparrós en el Sevilla. Eso es impagable. Al año siguiente fue cuando nos propusieron que nos hiciéramos cargo de la dirección deportiva del club. Sin conocimiento, sin preparación. Nos metieron a Caparrós, a Gallardo y a mí ahí porque no había nadie. El Sevilla lo necesitaba. No estábamos preparados, pero nos lo pidieron. Y como siempre estamos dispuestos a ayudar…”.
Su relación con Monchi, que se empieza a torcer en esa salida al Benfica, sigue torcida en la vuelta del de San Fernando de Italia. Marchena asegura que no se reunió con él en un año para presentarle su proyecto de cantera: “Esa relación se tuerce cuando yo me voy al Benfica porque me venden y yo siento que me han engañado. Siento que me han engañado y se lo dije. Que me habían mandado a un sitio… Entonces, bueno, desde ahí se tuerce la relación. Pero cuando viene de nuevo, oye, la relación tiene que seguir por el bien de Sevilla. Adelante, yo no tengo problema con nadie. Y si yo no tengo problema con nadie y llevo un año trabajando con los chavales en la cantera, con un proyecto de Sevilla Atlético, de Sevilla C y de Juvenil, y nadie se reúne conmigo, veo que no pinto nada. Y si no pinto nada, mejor estar en mi casa que en otro sitio. Yo no quiero incomodar. Y no quiero estar por estar, así no quiero trabajar en ninguna parte”.