Hoy es el primer día del resto de la vida de Jorge Luis Sampaoli Moya. Bajó de las nubes donde su fútbol triunfará por encima del de los demás, donde las decisiones ilógicas son las que triunfan, e hizo lo que podía hacer cualquiera que haya visto más de diez partidos de fútbol en su vida: poner a los jugadores en sus respectivos sitios. La salida del esperpento experimento de Telles como central y la entrada de Jordán cambió el partido de forma radical para seguir con paso firme, aunque parezca mentira, en Europa League. ¿Quién iba a pensar que hacer lo más lógico funcionaría?
El Sevilla FC es ese que se tropieza diez millones de veces con la misma piedra. El Sevilla o su entrenador, nos valen los dos. Volvieron los experimentos y volvió el caos. El Fenerbahçe no se andó con chiquitas y a través de la presión y el juego directo, con una defensa enfrente formada por un único central, un volante reconvertido y un lateral zurdo, empezó a dar sus frutos desde primera ahora. Enfrente no tenían ni defensa ni centro del campo y sí una autopista. Enner Valencia las tuvo de todos los colores, así como Joshua King. Los dos soñaran con un Dmitrovic que llega, incluso, a dar más seguridad que Bono en según qué acciones. Lo único que ha acertado Monchi, sin ningún tipo de duda, en los últimos años.
El serbio estaba siendo el único protagonista del encuentro. Sus compañeros, sin embargo, eran los actores de doblaje que seguían las directrices de un entrenador que, pese a la victoria, se le va a hacer muy difícil solucionar el entuerto. No hay por donde coger lo de Telles de central y Acuña de falso interior ni los continuos experimentos que hace en cada encuentro. Bryan Gil era el único con algo de desparpajo para coger un balón suelto para generar incomodidad. El equipo ha perdido todos y cada uno de los registros que manejaba hace un mes y medio y no, no es por las lesiones. Alicaído, extasiado y con ganas de salir los primeros del Sánchez-Pizjuán. Le pudieron caer cuatro en la primera mitad tranquilamente y la reacción no iba a llegar, o eso parecía.
Sampaoli bajó al mundo real, donde si sumas 2 más 2 te da 4 y si lo multiplicas por 2 te da 8. Al mundo donde la lógica siempre se impone al espiritismo y a la palabrería. Sacó a Telles, con una amarilla nada más comenzar, metió a Jordán y situó a Fernando entre centrales. Lo que hubiese hecho cualquiera que hubiese visto un poquito de fútbol en su vida: poner a los jugadores en sus teóricas posiciones y no en las contrarios.
Nadie podía saber que eso iba a funcionar y que el equipo iba a mejorar la ridícula primera parte. Nadie. ¿Recuperar el centro del campo? ¿Ser más seguro atrás? ¿Todo por poner al centrocampista de centrocampista y al lateral de lateral? No se podía saber, de verdad que no. Jordán le pegó desde la frontal, tocó en un defensa y el Sevilla materializó en pocos minutos el buen arranque de la mitad. Brillante idea tuvo Sampaoli.
Al menos jugó en la segundad mitad. Hizo acto de presencia en su estadio y en su competición, que debería llevar su nombre cuando levante la séptima (que lo hará). Compitió, jugó algo más al fútbol porque fue algo más pragmático y ganó. Hasta Lamela marcó al final del encuentro tras una dormida de los otomanos, que se van a ir a una clínica para ponerse pelo después de que tras tres ocasiones el Sevilla les haya metido dos goles y ellos podrían estar toda la noche que no caería ninguno.
El fútbol es muy simple. Cuando pones a los jugadores en sus sitios se puede jugar. De otra forma es un milagro. No se puede jugar una torre como una reina por mucho que tu dogma te lo dicte. Esperemos que ante el Almería, en vez de reaccionar en el descanso, se actúe desde el inicio.