Cuando el Sevilla FC firmó a Julen Lopetegui en 2019 para las próximas tres temporadas buscaba estabilidad. Quizás con el técnico que más discrepancias ha generado en el Sánchez-Pizjuán en los últimos años por su mala prensa, pero Monchi lo hacía convencido de que el vasco iba darle resultados inmediatos y un proyecto para instalarse en la élite tras varios pasos en falso.
Lo construido por el de Asteasu en estos dos años y medio que lleva en la disciplina nervionense es intachable hasta ahora. Dos cuartos puestos con una suficiencia extraordinaria, una Europa League y la sensación de ser un equipo inquebrantable pese a que tenga noches horrendas como las ha tenido. La ida de octavos de final de Liga de Campeones ante el Borussia Dortmund de las 20/21, la vuelta de semifinales de Copa del Rey en el Camp Nou también en dicha temporada o la fase de grupos de Champions de esta 21/22 ponen los grises a ese cuadro impresionista al que hacía referencia Monchi, en el que abunda el blanco y el rojo: la esperanza y la revolución.
Es de extrema importancia recalcar que el proyecto tenía un principio y un final. Desde junio de 2019 hasta junio de 2022 era (y es) la fecha en la que se debería de terminar el cuadro, con independencia de que al pintor se le haya requerido por dos temporadas más (a Lopetegui se le renovó a principios de 2021 hasta 2024). Unos no entenderán el cuadro cuando llegue junio, otros pensarán que es horrendo y algunos confiamos en que el nuevo será similar, pero con matices importantes y con más rojo que nunca.
El rojo simboliza la sangre, el fuego, el calor, la revolución, la pasión, la acción y la fuerza. Tiene un temperamento vital, ambicioso y material, y se deja llevar por el impulso más que por la reflexión. En su tono más puro el rojo expresa sensualidad, virilidad y energía
Por el tipo de futbolistas que han sonado para el Sevilla FC en este mercado de enero, por el perfil de los que aglutina y porque como todo artista debe reinventarse, a partir de junio de 2022 a Julen Lopetegui no le quedará más remedio que virar hacia otro tipo de fútbol. Manteniendo la esencia, eso sí, de todo lo aprendido en las tres temporadas anteriores que dedicó a perfilar hasta el mínimo detalle de su obra. Será fuerte, tuteará a los cuadros de Goya, Monet o Velázquez, pero será rebelde, incisivo e incluso rompedor en la técnica.
Todos los proyectos tienen fecha de caducidad. Simeone en el Atlético de Madrid ha ido realizando modificaciones en las once temporadas que lleva entrenando a los rojiblancos y no le ha funcionado nada mal pese a que pase por uno de sus peores momentos como entrenador. Los entrenadores, como los pintores, son artistas que juegan con los espacios, con los colores o la perspectiva en busca de un resultado, ya sea emocional o de éxito. Lopetegui tiene uno de los mejores estudios posibles, el mejor asesor del mundo y los pinceles que querrían muchos de sus competidores, solo falta trabajarlo y reflexionar en hacer algo nuevo sin perder la esencia.