Los años 90 fueron dorados para las series de televisión. Una de las más populares por aquel entonces –un verdadero fenómeno en Estados Unidos- era Seinfeld (si no la han visto, denle una oportunidad: quizás sea más actual de lo que uno esperaría). Cada episodio empezaba y terminaba con un monólogo del protagonista, y en uno de ellos describía lo difícil de mantener la lealtad a un equipo: “los jugadores siempre están cambiando, el equipo va de ciudad en ciudad. Sólo estás animando a unos colores. En realidad, es eso”.
Es evidentemente una caricatura, pero no exenta de peso y un trasfondo de realidad. Un futbolista se convierte en jugador del Sevilla en el momento en que viste la camiseta blanca y porta el escudo sobre el corazón: es la piel del club (armaduras o incluso manto sagrado llegan a llamarla líricamente en Argentina, casi como el uniforme de un superhéroe que le confiere poderes). O, al menos, así era en los tiempos de un fútbol más romántico, menos industrializado y globalizado que el actual.
El fútbol moderno funciona con códigos totalmente distintos, en los que prima fundamentalmente lo económico. Son las nuevas reglas del juego y el Sevilla las utiliza bien: ha encontrado su modelo, que indudablemente funciona y se plasma en lo deportivo. En este entorno las equipaciones de los equipos son un factor más: se renuevan cada temporada, se producen ediciones especiales, colecciones cápsula, colaboraciones… prima el maximizar el beneficio, lo que también es patente en la presencia creciente de patrocinadores. Y evidentemente, cada vez es más difícil destacar. Las marcas deportivas apuestan por diseños más rupturistas y atrevidos, por materiales más tecnológicos y llamativos, en una búsqueda constante de hacer ese “clic” que convierta una camiseta en un clásico inmediato, enamore a los aficionados y multiplique las ventas. Y no hablamos sólo de los seguidores de un equipo: los uniformes de fútbol son ya un producto de moda global, algo que para muchos clubes supone más ventas que las de sus aficionados (el caso del Venezia, o de la selección de Nigeria, son algunos de los ejemplos más paradigmáticos en este sentido, donde la popularidad no va ligada al éxito deportivo). A menudo los equipos que mejor funcionan en este capítulo tienen señas de identidad bien marcadas, construyendo un mensaje a partir de ahí, y aun asumiendo riesgos consiguen marcar tendencias y ser un reclamo para marcas y aficionados: procuran distinguirse en su atuendo, dando una imagen de exclusividad y excelencia que realimenta su status. El Sevilla tiene aún que crecer en esta dirección, y los sevillistas debemos también tomar parte en ese proceso.
Nadie podrá decir que nuestro club esté corto de simbología, historia y carácter, más bien al contrario. El Sevilla porta orgullosamente el nombre de la ciudad desde su fundación en 1890, siendo indudablemente su mejor embajador internacional. Históricamente la sociedad sevillista ha estado inequívocamente unida a su urbe y a sus símbolos, que porta en su escudo y en el de su primer filial, el Sevilla Atlético. Pero curiosamente, tardarían en llegar a la camiseta (escudo aparte): no fue hasta la temporada 2003-2004 que la nueva directiva sevillista, encabezada por José María del Nido y con nuevas ideas para el marketing del club, introdujo la temática sevillana en el uniforme, en lo que se denominó “Línea Ciudad de Sevilla”. La presencia del Giraldillo en los costados de las tres equipaciones resultó un éxito absoluto, ampliado en el caso del equipaje visitante donde se transformó el habitual rojo en el carmesí del pendón de San Fernando, añadiéndose a las mangas pequeños símbolos del emblema hispalense del NO8DO.
La idea se prolongó un par de temporadas, aunque de manera más conceptual: en la temporada 2004-2005 la colección se denominó “Línea Fiestas Mayores de Sevilla”, estando inicialmente previsto que las equipaciones llevaran en el costado alusiones a la Feria, Semana Santa y Corpus. Finalmente las referencias se quedaron en lo cromático, sobre todo en la tercera equipación, de un novedoso color nazareno. En la temporada 2005-2006, del Centenario, el tercer uniforme se definió como de color azul purísima con los costados en carmesí, de nuevo conectando con la simbología sevillana.
No serían las últimas: en los últimos años de la década de los 2000 el Sevilla incidió en su expansión a nivel nacional, bajo el lema de “sevillanos en Andalucía, españoles en España, y españoles en Europa”. Así, en la temporada 2008-2009 se llevaría en la manga el NO8DO en todos aquellos partidos disputados como visitante en Andalucía (sin que fuera un patrocinio remunerado). De igual forma, en la 2009-2010 la primera equipación llevaría estampados los nombres de los pueblos de toda la provincia de Sevilla (mientras la segunda y tercera lo hacían con los pueblos andaluces y nacionales, respectivamente).
Desde entonces apenas la sutil presencia del muy sevillano color albero en la (magnífica) tercera equipación 2016-2017, el patrocinio de turismo de Sevilla entre 2020 y 2021, o los dorsales europeos de las últimas temporadas han vinculado la camiseta sevillista a la ciudad. Hasta esta nueva temporada, con la llegada de Castore: una nueva etapa que abre nuevas oportunidades.
Aunque apenas hemos tenido un vistazo virtual a las equipaciones 2022-2023, los motivos sevillanos y sevillistas son no sólo evidentes, sino explícitos y sugeridos por el club, ansioso de recuperar señas de identidad y piel propia y personalizada tras la etapa de camisetas de catálogo con Nike, un éxito comercial pero más discutible en términos de imagen del club y de personalidad. De hecho, desde el club ya se intentó que Nike incluyera estampados con motivos sevillanos en sus equipaciones, pero no fue posible. Con Castore se ha recuperado esa idea, en línea con la recientemente renovada imagen corporativa sevillista, más sevillana que nunca. Los motivos de estrella tartésica inspirados en el Alcázar son un claro ejemplo de introducción sutil de un símbolo de la ciudad sin caer en lugares comunes o tópicos, como igualmente podrían haberse utilizado los paños de sebka de la Giralda o el patrón de bordado de cualquier túnica o manto de nuestra Semana Santa: pocas ciudades más ricas que Sevilla en detalles y riqueza histórica.
Pendientes de ver la colección completa y su evolución a lo largo de los años, y asumiendo que los diseños pueden gustar más o menos pero se encuentran dentro de una línea concreta y que son los posibles primeros pasos de un crecimiento en esta parcela, puede decirse que el traje a medida sienta mejor a la idiosincrasia sevillista, diferencial e irreverente de por sí, más aún cuando está vinculado con señas de identidad tanto de la ciudad (en la primera equipación) como del club (en la segunda): dos caras de una pasión, que comparten nombre. Como diría Antonio García Barbeito en el Pregón del Centenario: “esta ciudad, esta mujer, esta gloria fugitiva, solamente tiene un nombre con siete letras: Sevilla”.
Los clubes son cada vez más conscientes del valor de sus símbolos, y su camiseta es indudablemente uno de los más poderosos. La línea entre tradición e innovación es muy fina, y el equilibrio es muy delicado en tanto los diseños han de tomar riesgos para destacar en un entorno tan competitivo, al tiempo que deben ser capaces de desarrollar y dar continuidad a un estilo y carácter único del club. Debemos confiar en que desde el club sabrán dar los pasos necesarios para crecer en esta dirección y poner al Sevilla a la altura de los mejores en este terreno; en este sentido, los sevillistas tenemos también un papel importante que jugar.
En otra famosa serie más reciente, Mad Men (añádanla, si quieren, a la lista de recomendaciones), el protagonista, Don Draper, tenía una mítica escena donde reivindica el poder de la nostalgia frente a la memoria. Y tanto: qué podría argumentar en contra un coleccionista.