Las horas previas son lo peor. Quedan doce horas y ya siento el cosquilleo por dentro. Quizás, tú que estás leyendo esto, te encuentras más cerca de otra noche mágica. Quizás seas tan agraciado que ya sabes hasta el resultado. Pero no importa, porque también has estado mirando el reloj y deseando que el tiempo corra más rápido.
Buscando una señal del destino, o qué sé yo, me he despertado y lo primero que he hecho ha sido bajar a la cocina, encender la televisión y poner Sevilla FC TV, porque por lo que sea, en esta maravillosa cadena nunca perdemos. Si acaso un empate. Habría preferido un partido de a saber qué año en el que reconocer jugadores que mi mente ha olvidado o algunos que no conozco. Pero para mi sorpresa, en primer plano se encontraba la Europa League, defendida por Kepa Blanco. No le quiero encontrar ni el significado, pero fue lo primero que vi. Si ayer me puse nervioso con la rueda de prensa de Mendilibar, lo de hoy no iba a ser menos. Prosigo con mi rutina y hago café.
En mi mente intento visualizar el ambiente que hoy se vivirá en el Ramón Sánchez-Pizjuán y lo imagino mejor aún que frente al Manchester United. Más nervios, más inquietud y, por tanto, más ganas de volver a una final. 90 minutos. También juego a ser entrenador y formo mi once inicial, vaticino el del rival y planteo el partido de esta noche. Me siento afortunado de no ser Mendilibar. Me resigno y vuelvo a hacer cosas de mortales, como por ejemplo, decidir qué camiseta roja coger y alguna prenda roja por si lloviera. Hoy no era el día, San Pedro, mañana mejor.
Vuelvo a mirar el reloj y apenas han pasado diez minutos. Siguen quedando algo más de once horas y media. No me quiero imaginar cuando lleguen las seis y se acerque el recibimiento al autobús. Las siete, como la hora más tonta. Las ocho y ver el once inicial. Las ocho y media y recorrer ya las últimas calles que llevan al estadio. Y por fin, las nueve. Tengo aquí a un gorila de espalda plateada que me tiene destrozado y luego se pasa por casa King Kong. No puedo más, pero me gusta. Me encanta esta sensación. Somos unos ‘yonquis’ de las noches grandes.
Gracias, Sevilla.