Es muy fácil y muy difícil, a la vez, hablar de fútbol. Si algo abunda en nuestro país es que hay miles de políticos, economistas, ingenieros de Fórmula 1 y entrenadores, pero casi todos son (somos) de sillón. Las opiniones van intrínsecas en el ser humano y todos tenemos una, pero parafraseando a Juanma Lillo «lo que es respetable es el derecho a opinar, pero no todas las opiniones son respetables»
Hay inquina con Julen Lopetegui desde que Monchi puso el nombre encima de la mesa del Consejo de Administración. Había dudas en casi todos los integrantes de dicho organismo por la polémica que rodeaba al técnico vasco tras salir del Real Madrid y haber sido despedido por Luis Rubiales. Gran parte del aficionado sevillista, envenenado del ‘periodismo capitalino’ de nuestro país, cayó en la trampa que le tendieron desde Madrid, que se dedicaron a echarlo por tierra semanas antes de ser destituido por Florentino Pérez, que le dio una de las plantillas de menos nivel de los últimos años.
Se esperó el primer momento en el que el Sevilla flaqueara para ir a por la cabeza del entrenador. Munas Dabbur fue aprovechado para ello, precisamente. Un futbolista que no había demostrado absolutamente nada y que no casaba con la filosofía de Lopetegui porque fue una incorporación de la anterior dirección deportiva era aclamado por un sector del respetable. Se aprovechó su nula participación para atacar su figura y fracasaron. Todos conocen como terminó esa temporada, con el delantero con más críticas de la historia reciente del Sevilla FC llevándose el MVP en la final de Colonia.
Es perfectamente compatible creer que Lopetegui es un magnífico entrenador y el ideal para la siempre exigente entidad nervionense como criticar el mal arranque de temporada del equipo. No en cuanto a resultados, porque Lopetegui y Monchi llevan el ‘bilardismo’ en vena, pero sí en sensaciones. Puede ser el momento de más dudas sobre el técnico vasco desde que aterrizara en Sevilla por lo que transmiten los suyos sobre el campo, con el fiel reflejo de la imagen de Navas frente a Ismael Medina de Movistar tras el Granada 1-1 Sevilla FC, pero lo que es de pura inquina es pedir su cese y andar buscando sustitutos en el mercado.
El equipo que vimos el pasado domingo en el Nuevo Los Cármenes que tanto desagradó a la vista y tan perdido estaba va cuarto en LaLiga con UNA DERROTA en siete partidos disputados, uno menos que la mayoría de sus competidores. En Liga de Campeones, pese a los dos pobres partidos realizados, está igualado a dos puntos con el Wolfsburgo en la segunda posición, con el Salzburgo con cuatro unidades. ¿Tan mal está el Sevilla o es que la frustración de la derrota, el no haber subido a la primera posición de LaLiga antes del parón o la inquina hacia el entrenador no nos está dejando ver lo que está consiguiendo?
Se vienen jornadas de reflexión, con la única diferencia con lo que ocurre en política antes de elecciones es que se va a realizar de otra manera. La política no se analiza a pie de calle, porque estamos cansados de lo mismo de siempre; de fútbol hablamos hasta con el panadero por la mañana. Lo que va a ocurrir en estas semanas, además de los análisis que se harán en prensa especializada y que hable de fútbol desde la táctica y el análisis, es la reflexión de todos y cada uno sobre lo que han hecho Lopetegui y el Sevilla hasta ahora, esperando a que llegue el domingo 17 de octubre para ‘volver a ver al campeón’ y ver si lo que han sacado en claro en estas dos semanas es lo realmente cierto.