Lo que ha ocurrido en el Sevilla FC 1-2 Girona CF tiene a Mendilibar, Rubiales y Pepe Castro como principales protagonistas. El primero, sobrepasado y influenciado por un equipo que ha perdido todo esa revolución traída a su llegada; el segundo, porque a sabiendas de cómo opera, su lacayo Gil Manzano, que se dejó las manos en aplaudirlo el viernes en la Asamblea Extraordinaria de la RFEF, ha perpetrado uno de los mayores escándalos arbitrales; y el tercero, que siempre está en el ojo del huracán, por una gestión lapidaria tras la COVID-19 que ha dejado al Sevilla FC como un pelele, con las dos últimas temporadas empezando con uno y cero puntos tras las tres primeras jornadas del campeonato.
La suerte no existe en el fútbol y lo pasado, como ha dicho Rakitic al final del encuentro, es otra historia. El Sevilla se presentaba ante el Girona con la necesidad de cambiar las cosas. Tanto en materia de resultados como en sensaciones, porque aunque lo primero sea vital, lo segundo, en estos momentos, no puede entenderse. Es cierto que vimos a un Sevilla más intenso, jugando más en campo rival, con más mordiente y con muchísimo más ímpetu, pero siguen viéndose las deficiencias que viene arrastrando desde la jornada 1. Tanto el gol de Yangel Herrera como el de Aleix García, ya en la segunda parte, vienen por errores defensivos que denotan una fragilidad defensiva inusual en un equipo como el Sevilla, que además sigue teniendo una falta de gol que empieza a ser demasiado preocupante. No tienes cimientos y no tienes tejado porque el capataz ha dejado sus planos en un cajón polvoriento y se ha dejado influenciar por los obreros para recoger los de los capataces anteriores.
Lo de ‘El Rubi’ y sus secuaces se veía venir desde lejos. Desde los mensajes de Whatsapp con su padre, poniendo a Sevilla, Villarreal y Valencia de vuelta y media, lo último han sido los clubes que han tomado parte de la polémica de ‘el piquito’, como lo llama él. Mientras el ya expresidente de la RFEF hacía el ridículo en Las Rozas, Gil Manzano se dejaba las palmas aplaudiendo a su jefe. El Sevilla, con Castro dejando claro que Rubiales tenía que dimitir días antes, ha pagado los platos rotos por posicionarse en contra de uno de los episodios más vomitivos y rocambolescos del fútbol español. Un golazo anulado a Rakitic por un fuera de juego que no está bien tirado por el VAR, no señalizando jugadas claves como saques de esquina o faltas que requerían amonestación o, lo más grave, corrigiendo una decisión que había tomado el colegiado principal en cuestión de segundos al estar en una posición clara para ver la mano de David López a instancias del VAR. Lo sucedido en el Sánchez-Pizjuán da para hablar largo y tendido.


Y ‘el Pepe’, con una gestión rocambolesca, como director de la orquesta. Los instrumentos de viento los pusieron los aficionados, cansados de ver que el club cada ver va a peor, que los refuerzos no llegan, que no debe ni puede hablar en público ante los medios y con una gestión deficitaria desde la COVID-19 para acá que no hace más que restar dinero de los fondos propios y el patrimonio neto de la entidad. Eso sí, con un sueldo de ministro mientras el club lleva dos temporadas y media, porque hay que sumar la segunda mitad de la última temporada completa de Lopetegui, arrastrándose por los campos de España.
De poco sirvió el gol de Gudelj antes del descanso, porque el Sevilla sigue sin cimientos, sin casa y la tormenta está a punto de llegar. Ya ha firmado el peor inicio de su historia. Visto lo visto por los tres protagonistas, aunque a uno ya lo hayan sacado por la corbata, parece que la rueda seguirá girando y ante el Atlético de Madrid, la semana que viene, supere ese registro.