Posiblemente no haya una palabra que mejor refleje sensaciones en esta forma tan particular de vivir el fútbol. Efímero. De la noche a la mañana ―independientemente del pasado y de lo que pueda ocurrir futuro― solo existe una realidad: el presente. Ese en el que unos ríen… mientras otros callan.
Una realidad irrefutable
Tras años de hegemonía, llega el momento de uno de los derbis más igualados de los últimos tiempos. Hay circunstancias que el día de un partido se tornan irrelevantes. Hablar de lesionados es algo que ―aunque no deja de ser real― empaña la esencia de un encuentro en el que el único objetivo de ambos es ganar.
Llamada a la cordura
Después del episodio novelesco derivado de un palo ―con sus correspondientes reanálisis, acciones, reacciones y equipos de investigación― llega la hora de echarla al suelo. Aunque como sketch puede que estuviera bien, no se puede hacer de lo extraordinario la norma. El único objetivo en la grada: evitar que ese morbo mediático vuelva a poner a Sevilla en el mapa.
Punto crítico
Por la situación clasificatoria de ambos equipos, no solo se juegan tres puntos. Solo un partido separa una brecha insalvable de la sombra de un sorpasso. La temporada es larga y ―con competición europea de por medio― las distancias en el torneo doméstico se hacen engañosas. Encuentro transcendental que se convierte en oportunidad para marcar un antes y un después.