El Sevilla FC ha sufrido en sus propias carnes la crueldad que solo pueden recibir los que aspiran a todo. Desde el mano a mano de Budapest, hasta la contra de Williams en el último minuto. Todo lujo tiene su desventaja. Un año lleno de luces y de algunas noches negras que ―en el fondo― no lo son tanto… habiendo sido arrastrado por sus propias expectativas.
En-Nesyri y el mano a mano de Budapest
Corría el minuto 89 en Hungría durante la disputa de la Supercopa de Europa. Después de haberse proclamado campeón de la sexta Europa League ante el Inter de Milán, se presentaba uno de los retos más provocadores ante el vigente campeón de la Champions League. Ni más ni menos que el Bayern de Múnich, en el que sería el último partido donde el rojiblanco tuvo la oportunidad de teñir las gradas. Tras una resistencia heroica durante noventa minutos, En-Nesyri conducía sin oposición de cara a la portería rival, con todo a su favor para darle a su equipo otro título europeo más… hasta que Neuer se cruzó en su camino. El final en la prórroga es conocido por todos. Un cabezazo de Javi Martínez a escasos minutos de decidirse el título en la tanda de penaltis fulminó las opciones de hacer sombra a uno de los colosos de fútbol mundial.
Piqué y el descalabro del Camp Nou
En la que parecía ser la única competición posible en la que este año se podía tocar plata, el Camp Nou recibió a un Sevilla FC con la única necesidad de hacer un gol para certificar su pase a una nueva final. Pasaban los minutos en la vuelta de las semifinales, y ese gol no llegaba ni con un penalti de Ocampos. Paulatinamente, las líneas se echaban cada vez más atrás y el FC Barcelona amenazaba la portería. Los buenos minutos del encuentro de ida se habían esfumado de la nada. Tras una posesión perdida en el último minuto, que habría significado terminar el partido en campo rival, llegó un córner en contra que ―de la forma más rocambolesca posible― terminó con un agónico gol de Piqué. La prórroga terminó de otorgar el pase de los culés a la final de la Copa del Rey en una noche para el olvido.
Dortmund y la ‘casi’ remontada
Tras realizar un buen papel en la fase de grupos, el Borussia de Dortmund se presentó como una buena piedra de toque con Haaland como principal amenaza. En el encuentro de ida, el noruego provocó una gran descomposición en la defensa sevillista, contribuyendo a que su equipo se fuese goleando al descanso. Pero, cuando la eliminatoria parecía perdida, un arreón final salvó el partido dando vida a los sevillistas para el partido de vuelta.
El Sevilla FC se presentó en Dortmund con la necesidad de marcar como mínimo dos goles; pero esa pizca de suerte que tantas otras veces apareció, en esta ocasión brillaba por su ausencia. En un partido trepidante ―fiel reflejo del símbolo de la casta y coraje que tanto representa al club― los jugadores vieron como dos zarpazos de Haaland en acciones aisladas terminaban con las esperanzas de remontada. Pero, de forma inesperada, el esfuerzo tuvo su recompensa y el partido llegó al minuto 93 a solo un gol de forzar la prórroga. Un balón muerto en la frontal que nadie se atrevió a disparar ―todavía muchos se preguntarán qué pasó en ese instante por las cabezas de los jugadores― y un claro penalti en el minuto 96 que el árbitro no revisó en el VAR separaron al Sevilla FC de una nueva heroica. Esa que tantas veces logró, pero que esta vez murió en la orilla cuando ya la veía.
Un sueño roto con el contrataque de Williams
Cuando la temporada parecía que había perdido interés, surgió una seductora posibilidad cuando nadie la esperaba. La utopía de ganar la primera Liga después del año 1945 comenzaba a sobrevolar por Nervión con más fuerza que nunca. Tanto es así, que el Athletic Club de Bilbao se presentó en Sevilla con los hispalenses a tres puntos del liderato. Es decir que, en caso de conseguir una victoria, se jugaría el campeonato en su posterior visita al Real Madrid.
Toda una ciudad quedó pendiente de la posibilidad de engancharse a la ilusión impensable que significaba ser campeón de Liga. Pero, en el que parecía el partido más asequible de las últimas fechas ―visto el bajo rendimiento ofrecido por los vascos― un equipo cortocircuitado por la ansiedad era incapaz de meter ese primer gol que daría tranquilidad con el paso de los minutos. Ver que el sueño era una realidad se convirtió en el peor aliado. Envuelto en el nerviosismo y con una inseguridad atípica de la era Lopetegui, se acercaba el minuto 90 y el marcador aún no se movía. En un córner a favor, con todo el equipo volcado, un balón despejado cayó por casualidad al menos indicado. Iñaki Williams, en una contra que parecía la crónica de una muerte anunciada, terminó con los cantos de sirena tras batir a Bono en un mano a mano para darle la victoria a su equipo.