Esta semana, para cualquier sevillista medio, está siendo más larga de lo habitual. Desde que el conjunto hispalense empatara “in extremis” en el Teatro de los sueños los días parecen más largos, las horas pasan más lentas, el sol tarda más en esconderse y ese cosquilleo nostálgico de todas las primaveras del Sevilla en este siglo XXI empieza a emanar de nuevo, como si del azahar se tratase.
Mañana será otro jueves más de primavera donde el Sevilla FC podrá disputar y seguir avalando su grandiosidad por Europa. Máxime, en una temporada donde la situación deportiva, institucional y económica es de las peores vistas en los últimos, aproximadamente, 18 años.
Quién se pensaría que tras ese arranque de temporada con Julen Lopetegui, ese rendimiento de más a menos con Sampaoli y el sentido común de Mendilibar, el conjunto del barrio de Nervión iba a pasar de perder ante el Girona por una pérdida de Nianzou en el 88′ y de ser ninguneado en el Wanda por 6-1 a tener la posibilidad de, otra vez, estar en unas semifinales de la UEFA Europa League.
Porque, a pesar de toda adversidad en el partido de ida, da igual cual sea el escenario que se presente, el estado de forma con el que llega el Sevilla al partido, lo que haya ocurrido durante este, que, ahí va a estar siempre la mística del rey de la Competición. Y con ello, ese saber gestionar los tiempos y exprimir los estados de emoción de cada partido que pocos equipos, por su experiencia en Europa equiparable con el Real Madrid en Champions League, pueden tener.
Ese romanticismo del Sevilla FC en la Europa League vale más que cualquier planteamiento táctico, que cualquier presupuesto millonario, que cualquier jugador diferencial de cada equipo. Ese lema “Nadie la quiere como nosotros” está más que presente en los últimos minutos en Old Trafford el pasado jueves, en esa chilena de Diego Carlos en Colonia, en ese cabezazo de Mbia en Mestalla y en muchos más campos donde el conjunto hispalense ha ido puliendo una relación de amor que, en muchos momentos delicados que hay que superar en el camino a la final o en la propia, predomina por encima de la táctica y de lo controlable a nivel futbolístico.
Y así, otra vez más, los sevillistas vivirán otro cosquilleo por su cuerpo, esta vez nostálgico, por la situación del club y porque no se ha vivido otro igual en los últimos dos años.