Si hay algo que realmente hace especial al Sevilla FC es como despide a los futbolistas que marcan un antes y un después en la historia de la entidad. Sergio Escudero es, sin ninguna duda, uno de ellos. El vallisoletano ha ostentado desde su llegada los valores de lo que debe ser un capitán, se ha impregnado de la idiosincrasia de la ciudad y de la pasión del sevillista que apoya incondicionalmente a los suyos. Es, lo que llamarían los sevillistas, ‘uno di noi’.
Sus seis temporadas en el Sevilla han dejado 176 partidos y 2 Europa Leagues como parte de su legado, porque si hay algo que perdurará en la cabeza de los sevillistas ha sido su carácter y su entrega en el césped. El mismo José Castro, durante su intervención en la despedida de Escudero, lo dijo: “solo hay que mirar su parte médico“. Las lesiones le han privado de jugar muchos partidos y han sido su gran debe en la mejor etapa de su carrera, pero eso no le ha impedido tocar la gloria con la elástica sevillista.
Con la marcha de Sergio Escudero se te queda la misma sensación que la del Mudo. Si al de Tanti le sobró esta temporada, al vallisoletano más de lo mismo. La dura competencia con Marcos Acuña y ese debe físico provocado por las innumerables bajas ha supuesto un borrón como futbolista, pero no como líder de vestuario o estandarte de la último ciclo ganador del Sevilla FC. No es poca cosa, no.
Repasando su etapa, es imposible no añorar la versión que mostró bajo las órdenes de Jorge Sampaoli en la temporada 2016/2017. El estilo agresivo del técnico argentino explotaba a la perfección las virtudes del lateral zurdo. No era un carrilero ni un lateral. Hacía de interior o incluso de volante, incorporándose al ataque por dentro y generando multitud de situaciones favorables para ese cañón que tiene por pierna izquierda. Fue la temporada donde de verdad brilló y en la que los amantes del ‘desorden organizado’ nos sentíamos identificados.
Sergio Escudero se ha convertido en ‘uno di noi’ para los sevillistas, y no será el último. El Sevilla FC, como entidad corporativa y como ente social, cala de tal manera en los futbolistas que jamás pueden olvidar su paso. Por lo que les marca, por lo que se convierten cuando defienden su camiseta y por lo que serán durante el resto de sus vidas. Los jugadores acaban marchándose, pero el Sevilla nunca se va de sus vidas.