Los análisis en frío hacen que muchas veces descubramos aspectos que pasamos por alto durante el desarrollo de los encuentros. La percepción que se tiene en directo puede cambiar totalmente cuando se ven los partidos con tranquilidad y con varias horas de reposo, pero lo que no cambian son las sensaciones. Lo que dejó el Sevilla FC 1-1 RB Salzburgo fue preocupante en directo y en diferido. Los de Julen Lopetegui perdieron el control tras el penalti de Diego Carlos y no supo recuperarse hasta la segunda mitad, cuando el preparador vasco tocó las piezas que tenía que tocar para solucionar el despropósito que los suyos habían perpetrado en el primer acto.
En el último episodio Sevillismo Podcast yo mismo insistía en que el encuentro ante los austriacos me recordaba, sobre el papel, a la eliminatoria ante el Borussia Dortmund. Ambos conjuntos son equipos eléctricos en el que los individuos priman sobre el colectivo, que tienen pocos recursos defensivos y que sufren cuando no tienen espacios para correr. No suelen encontrarse cómodos en encuentros en los que no sucede gran cosa y sí en los que el ritmo es muy alto y el Dortmund ya le dio una lección al Sevilla el 17 de febrero.
Sancho, Reus, Haaland y Dahoud, durante los primeros 45 minutos, parecieron aviones por el mal hacer de Lopetegui, volviendo a insistir con Jordán y Rakitic en el centro del campo, dos futbolistas que no retornan cuando se incorporan al ataque. Lo lógico, en ese encuentro, era haberle dado la titularidad a Nemanja Gudelj para que, junto a Fernando, formaran un doble pivote mucho más posicional pasando a un 4-2-3-1 que evitara que el equipo se partiera por la mitad. De hecho, el planteamiento y el once ante los alemanes, salvo la presencia de Escudero, fue el mismo que ante los austriacos. Si ante uno le salió mal, frente al otro no fue menos.
El problema real iba a venir cuando el Sevilla tenía que retornar. Cuando Rakitic y Jordán -sobre todo éste último- tenían que correr hacia atrás. El 4-1-4-1, que se convertía en muchas ocasiones en un 3-4-3 con Fernando entre centrales, con más jugadores de ida que de vuelta fue su tumba en los dos encuentros. Sólo hay que ver la imagen de cómo los dos acompañantes del brasileño iban persiguiendo sobras. El rol del ex del Galatasaray tampoco ayudó a frenar ese ritmo vertiginoso que le imprimía el Salzburgo en cada jugada, más retrasado que de costumbre y pendiente, sobre todo, de retornar rápido para achicar ante la ausencia de efectivos.
Tras el penalti, además de desconectarse el equipo mentalmente, siguieron produciéndose los mismos errores. No se le pueden dar espacios a estos equipos, plagados de velocidad, y Lopetegui volvió a dárselos con una pareja que no funciona y funcionará jamás escoltando a Fernando. La entrada de Thomas Delaney, el que dimos como candidato al centro del campo junto a Papu Gómez u Óscar Rodríguez además de Fernando en la medular, solucionó todo esto en el segundo acto independientemente de que el Sevilla se quedó con diez futbolistas. El danés, mucho más posicional, hizo que el equipo no se rompiera y se mantuviera sólido en el centro del campo cuando Lamela, Ocampos y Marcos Acuña lograron llevar el cuero hacia arriba a la contra.
Fue, de nuevo, otro crónica de una muerte anunciada como escribiera García Márquez. Delaney acabará ‘comiéndose’ a Jordán y más en su actual estado de forma y el tercero en discordia acabará siendo Óscar o el Papu. La evolución del Sevilla debe ser esa viendo la cantidad de problemas que le generan esta serie de equipos. Podía haber excusa la pasada campaña ante el bajo nivel de Gudelj, pero Lopetegui tiene esta temporada un abanico gigante posibilidades para todas las posiciones y no sólo en el centro del campo, aunque eso da para otro artículo. Ahora no la hay, Julen, para que haya vuelto a pasar lo mismo que hace siete meses.