La Plata. Argentina. Años sesenta. Un todavía desconocido Carlos Salvador Bilardo pasaba sus primeros días como entrenador en Estudiantes cuando apareció por primera vez la sombra de un tal Kirikocho en un entrenamiento.
Que Bilardo ha tenido una vida digna de estudio está fuera de toda duda. Pero su perspicacia y sus ocurrencias transcendieron por completo el mundo de los banquillos. Muchos años atrás, cuentan que Kiricocho era un aficionado de Estudiantes que atraía a la mala suerte porque, en cada entrenamiento que presenciaba, se lesionaba un jugador. Bilardo, un hombre adicto a la búsqueda de explicaciones en lo místico, encontró ahí su particular superstición y decidió aprovechar su mal fario para que fuera él quien recibiera a los equipos rivales. Fue así como, con la complicidad de un empleado del club, Kiricocho comenzó a recibir a los jugadores visitantes en los partidos que Estudiantes jugaba de local en La Plata. A partir de este momento, este curioso personaje se convirtió en un fijo en las alineaciones y comenzó a recibir a los rivales con un agradable saludo en su llegada al estadio.
Justo en ese año, en 1982, Estudiantes fue campeón de Primera División, perdiendo un solo partido como local en toda la temporada. Se proclamó campeón pero… ¿qué pasó en el único partido que Estudiantes perdió? La sorprendente respuesta apunta que el rival, Boca, llevó aquel día seguridad privada, impidiendo pues a Kiricocho realizar “su labor”. Kiricocho no pudo acercarse a los jugadores rivales. Y Estudiantes… salió derrotado de ese partido.
Hace un tiempo, le preguntaron a Carlos Bilardo por Kiricocho y dio su particular versión:
“Kiricocho era un muchacho de La Plata que siempre estaba con nosotros y como ese año salimos campeón lo adoptamos como nuestro amuleto. Era un buen pibe pero después ya no lo vi más. La última vez que estuve dirigiendo a Estudiantes pregunté por él y nadie sabía nada. Pero, aunque no lo creas, cuando fui a España a dirigir al Sevilla había un penal para los otros y escucho atrás mío que alguien susurra: ‘Kiricocho, Kiricocho’ y no lo podía creer, hasta que el Cholo (Simeone) y Diego me avisan de que ellos ya la habían dicho un par de veces y el resto la aprendió. ¡En Europa! Parece mentira, pero vos decís ‘Kiricocho’ ¡Y erran!…”.
Desde este momento, la herencia de Kiricocho comenzó a transmitirse por muchos campos de España y Europa, siendo usada su leyenda incluso por los propios jugadores para alimentar —dependiendo de las circunstancias— un gafe o un talismán. Aunque no se sabe si su nombre es real o si Kiricocho de verdad existió, su legado y su vínculo con la mala suerte siguen vivos.
Ayer el nombre de Bilardo volvió a colarse en las portadas, pero esta vez por cómo una palabra suya sigue viva en los mayores acontecimientos deportivos de Europa. El lance entre Bono y Haaland quedará para el recuerdo. En una jugada de pantomima, el portero intentó llamar a la mala suerte gritando repetidas veces “Kiricocho” al delantero noruego. Y, efectivamente, esto surgió efecto, y Haaland falló su penalti. Pero Bilardo no contaba para su superstición con la existencia del VAR; algo que en las canchas argentinas de los años sesenta no se olía ni de lejos (y puede que diese hasta risa). El portero marroquí se encontraba adelantado y Haaland tuvo que repetir la pena máxima a instancias del vídeoarbitraje. En esta ocasión, a pesar de invocar de nuevo a Kiricocho, la pelota acabó entre las redes.
Las dos caras de… ¡Kiricocho!#ElDíaDespués pic.twitter.com/l9xbGrh8nX
— El Día Después en Movistar Plus+ (@ElDiaDespues) March 9, 2021
Sin embargo, el delantero no entendió lo que Bono le había dicho. ¿Qué sería “Kiricocho”? ¿Un insulto marroquí, una palabra malsonante del profundo vocabulario español…? Haaland se fue directo para el portero y lo que le gritó fue “Kiricocho”: lo mismo que Bono le había dicho a él antes de que el noruego tirara el primer penalti. Le repitió la misma frase… pero ni él mismo sabía lo que significaba.
“No tengo ni idea de lo que le grité, le dije lo mismo que me había dicho él. No sé qué significa. Es el karma”. Estas fueron las palabras de Haaland, entre risas, tras el pitido final del partido. Uno de esos piques tan llamativos como inusuales que se quedan en el campo y que son los que dan sentido al fútbol. La experiencia, al menos, le habrá servido al noruego para aprender una lección de historia.
Nadie sabe si fue real o si Kiricocho verdaderamente era una construcción mental más de uno de los locos de los banquillos. Pero, aún así, independientemente de que existiese, la leyenda de Kiricocho todavía sigue viva como parte de la magia de este deporte.