En plena resaca de un derbi vibrante, si hay algo que llama la atención es la celeridad de esos medios de comunicación nacionales que no han dudado en aprovechar la oportunidad para ―una vez más― generar contenidos de dudosa valía. Partiendo de la base de que, en teoría, una de las premisas para opinar en un ámbito periodístico es estar familiarizado con el contexto del que se informa, desde las principales parrillas informativas del país no han titubeado al emitir juicios de valor de forma tendenciosa.
La posverdad supone un emborronamiento de la frontera entre la verdad y la mentira. Tiene detrás un potente aparato propagandístico que la respalda, haciendo todo lo posible para que verdades sesgadas parezcan explicar la realidad con naturalidad. Una nueva realidad en la que los hechos son aceptados de antemano en nuestra mente sin importar el camino que nos ha llevado a hacerlo. Así se construye la opinión pública.
Hechos aislados que, con el altavoz adecuado, se convierten en mediáticos. Porque, posiblemente, hace veinte años, la acción de Monchi habría pasado desapercibida. Más aún, teniendo en cuenta que es lo habitual en el director deportivo sevillista en todos los desplazamientos. Hoy, no se duda en tirar de sensacionalismo y aprovechar la más mínima ocasión para viralizar el contenido y desinformar a la audiencia. Porque crear cosas donde no las hay se ha convertido en la rutina de la actualidad para obtener repercusión.
Primero, influyen los intereses personales. Esos que, en función del sujeto analizar, varían como si de una veleta se tratase. Mismas situaciones, distintas interpretaciones. Según la RAE, manipular es “intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado y en la información, con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares”. ¿Tiene el mismo tratamiento informativo un idéntico hecho en Sevilla que en la capital del país? La hemeroteca habla por sí sola.
Segundo, los intereses comerciales. Aquellos que velan por tener un consumidor cada vez más dócil y sumiso sobre el que promover contenidos superficiales y fácilmente digeribles. Paralelamente, interesa generar personajes mediáticos sencillos de identificar por consumidores que vivan ajenos al medio. ¿Quién construye los personajes? ¿Se ha convertido Monchi en un personaje o son los medios de comunicación de masas los que, intuyendo el posible impacto mediático, se han aprovechado de su figura?
Ya a nadie se le pasa por alto el tratamiento informativo que se da desde la prensa nacional a todo lo que ocurra a orillas del Guadalquivir. Esa que está esperando la más mínima oportunidad para mirar a Sevilla solo cuando interesa. La misma que elige a los perfiles más estereotípicos en las salidas del Estadio Ramón Sánchez-Pizjuán ―y también del Benito Villamarín―para seguir reforzando una imagen construida por ellos mismos. Es posible desinformar a todo un país pero, por suerte, en Sevilla cada vez son menos los que se dejan engañar.