Pocas o ninguna duda hay sobre el impacto de Julen Lopetegui en el ecosistema Sevilla FC. Tras unos años en los que la inestabilidad y la inconsistencia campaban a sus anchas por el Sánchez-Pizjuán, el técnico vasco recala en la capital de Andalucía con la misión de dotar a la entidad de esa estabilidad y de esa competitividad necesaria para logar el objetivo, que no es otro que montar el ‘campamento base’ en la Liga de Campeones como se viene repitiendo desde las altas esferas.
Dos temporadas y media y los resultados -a falta de la culminación de la tercera- están ahí. Clasificaciones holgadísimas para Champions, una Europa League más en las vitrinas y la sensación de que sólo los elegidos pueden tumbar al Sevilla FC de Julen Lopetegui cuando no hay lesiones de por medio y cuando afronta los partidos de cara, peleando y trabajándolos hasta la extenuación. Se le pueden poner varios lunares a su estancia en el banquillo sevillista como las eliminaciones europeas -era superior a Borussia y West Ham con y sin lesiones- o la poca proliferación ofensiva, que es el tema que nos atañe, pero su principal misión en el primer proyecto encomendado -tres temporadas- parece estar en el camino de conseguirla.
Para brillar hay que potenciar
El Sevilla de la 19/20, la primera temporada de Lopetegui en el banquillo, acaba LaLiga con 54 goles anotados. La cuestión de todo esto, la raíz del asunto, no es el número; es la forma. Pese a que en la temporada el vaivén de delanteros es considerable (Dabbur y Chicharito se marchan en enero y llega En Nesyri para sumarse a De Jong y Munir), el técnico vasco encuentra en Lucas Ocampos, que jamás había logrado unos guarismos similares, su referencia ofensiva. El argentino acaba siendo el máximo goleador sevillista en todas las competiciones, sumando en liga 14 goles. Sabía que no tenía un goleador de grandes prestaciones y que con la filosofía que había implantado, en el que el delantero es el primer defensa y el primer asistente, tenía que buscar el camino más cercano al gol por otra vía.
La explosión de Ocampos llega, ni más ni menos, gracias a Luuk De Jong. Pese a sus pobres números en España, el trabajo del holandés era el de facilitar la vida de sus compañeros en situaciones de presión alta y el de descargar y liberar de marca a los atacantes. Fue, ni más ni menos, uno de los futbolistas de Europa que más duelos aéreos ganaba por partido. En los movimientos y espacios que liberaba, además de tener a un todocampista como Banega, Ocampos brilló como posiblemente no brillará jamás en el aspecto goleador.
El de la 20/21, sin embargo, lo protagoniza casi en totalidad En Nesyri. Tras seis meses en Sevilla, el marroquí eclosiona en Nervión y se convierte, por sí mismo, en la piedra angular de los hispalenses en ataque. Con una transición tras la marcha de Banega y la llegada de Rakitic y con la suplencia de Luuk De Jong porque las características de su compañero le hacen ser más válido para ese puesto, Lopetegui no acaba de potenciar del todo a sus futbolistas de ataque. Los laterales, esos sí, por su naturaleza, siguieron siendo lo más peligroso de un Sevilla que se encontraba a medio camino entre la sinergia que proporciona el colectivo y la explosión de una de sus grandes apuestas para los próximos años. La temporada acaba con un fiasco ante el Dortmund, una eliminación dolorosísima de Copa del Rey en el Camp Nou y con una cuarta plaza.
¿Por qué el Sevilla es, a día de hoy, el equipo que menos goles marca de los cinco primeros de las grandes ligas?
Cuando el colectivo no acaba reciclándose por sí mismo algo no funciona. La temporada 21/22, marcada por un asunto terrible de lesiones y por los fiascos en Europa, no va desencaminada en la media goleadora del Sevilla en liga. A falta de ocho partidos sólo está a trece goles (1,6 por encuentro) de igualar los registros ligueros de la 19/20, algo que en circunstancias normales debería conseguir.
Lopetegui ha estructurado un equipo de élite europea, pero en el aspecto defensivo. Es el equipo que menos goles en liga acumula de los cinco primeros de las grandes ligas con cuarenta goles, los mismo que el Niza en la Ligue 1. Para conseguir el éxito se pueden tomar distintos caminos y el vasco ha elegido el más complicado, porque al fútbol se gana marcando goles. No son flores de un día estos datos, porque la involución ofensiva del Sevilla, ya mencionada por la pérdida de sus principales valores y figuras, es palpable.
Idrissi y Suso, futbolistas que han jugado la friolera de 245 y 615 minutos, son los que más acciones de creación de goles acumulan con 0.7 por encuentro. El primero, infravalorado por el técnico y por la afición, podría haber sido un buen revulsivo; el segundo es capitán general, pero cayó lesionado a principios de diciembre.
Las lesiones siempre condicionan, al igual que la planificación. Lopetegui no ha sabido darle el rol que demandaba un futbolista tan proactivo como el Papu hasta finales de 2021, casi un año después, y tampoco está sabiendo encontrarle el sitio indicado a Anthony Martial. La dinámica en la que viene sumido el equipo desde la marcha de Banega y la pérdida de protagonismo de Luuk De Jong y la falta de piezas para practicar el mejor fútbol del Sevilla de Julen Lopetegui son los principales culpables, así como su poca capacidad de reinventarse y de potenciar a sus mejores hombres.
Restan ocho jornadas para la temporada 21/22 toque a su fin. Hay problemas que resolver, menos piezas en el tablero de las que le gustaría al técnico sevillista pero tiene que ganar la partida. Tocando aquí o allá o modificando su estructura en pos de maximizar los recursos de los que dispone, el futuro del Sevilla FC pasa por ir a Liga de Campeones. Por lo civil o por lo criminal. Las cuentas, mermadas por el batacazo europeo, no pueden soportar un último estocazo.