Han triunfado los adalides de Madrid. El sevillismo y gran parte de la prensa sevillana han caído en la trampa. Lopetegui y los suyos sólo tienen la obligación de ser el cuarto equipo de España, y están en camino de conseguirlo.
Ilusionarse es, quizás, uno de los principales sentimientos que nos distinguen de los animales. Ese “y si…” que resuena constantemente en nuestras cabezas cuando se presenta una oportunidad que queremos aprovechar es humano y lícito, pero muchas veces ese deseo no nos permite ver la realidad.
A un equipo que tiene que recurrir a clínicas privadas de todas las zonas de la península, sumando un lesionado por partido y sin contar la batalla que librar en cada entrenamiento… No se le puede exigir, jamás de los jamases, algo que sólo está al alcance de los caciques españoles. Quisieron meter al Sevilla en la pelea porque dos de los tres señores no han tenido su mejor temporada y había que darle epicidad a la gesta. Lo consiguieron.
Aceptar la realidad es complicado y a veces más duro de lo que pensamos, pero hay que arrancarse la venda de los ojos, reflexionar y conocer en qué punto estamos. En eso tiene que estar el Sevillismo, que se ha despertado con la cara contrariada después de soñar con LaLiga. Seguro que cuando llegue la madrugada del miércoles soñará con la séptima conquista de la Europa League.
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