“Al final a uno lo derrotan siempre. Creo que la derrota es algo inherente a la condición humana, al hecho de vivir y de pelear. Por mucho que venzas, siempre al final hay alguien que te derrota, siempre hay un Rocroi, por mucho que triunfes siempre hay un iceberg esperando al Titanic”. Esta frase de Pérez-Reverte procedente de ‘La piel del tambor’ ilustra a la perfección el camino del Sevilla en el siglo XXI y la situación en la que se encuentra el club, sus futbolistas y su director deportivo.
En el último ‘A Balón Parado’ dio la cara Monchi, como siempre. Su vuelta al Sánchez-Pizjuán llevaba ésto en el contrato. Su imagen vende más y tiene más respeto en el sevillismo y en los medios de comunicación que cualquier miembro de la directiva. Tocaba mostrarse tras el durísimo varapalo del Metropolitano y la sensación de que todo salta por la aires. Ramón, que es de todo menos cobarde, charló durante más de media hora de la situación del equipo, de los errores que se han cometido y de que el entuerto solo lo pueden salvar los jugadores porque son los verdaderos protagonistas. Verdades como puños, una vez más.
Al sevillista no le preocupa ahora mismo si Monchi se marchará cuando termine la temporada o no. Su expresión y su gesto serio y torcido cuando relataba algunos episodios de los últimos días indica que no está bien. Ni como profesional ni mucho menos como sevillista. Es el ‘padre’ del proyecto. El que moldea, elige y rechaza. El que pone y el que quita. El que, al fin y al cabo, tiene la máxima responsabilidad en los éxitos y, por supuesto, en las derrotas. El fútbol es un juego de errores.
Al sevillista lo que le importa es que no hay nada a lo que agarrarse. Ve cerca, muy cerca, el abismo y la dinámica del Sevilla desde enero de 2022 es espeluznante. El cuarto proyecto de Lopetegui no funcionó y el equipo parece que se le ha caído a Sampaoli. Ese golpe de efecto mental se ha esfumado completamente. Los futbolistas mandando mensajes a su entrenador, que cada vez que modifica al equipo lo empeora, y el sevillismo se mira cara a cara al abismo. Hace dos días estaba recurrentemente en este tipo de situaciones y pensar en Oviedo pone los pelos de punta a cualquiera que haya vivido en sus carnes aquello.
Muhamad Ali, considerado por muchos el mejor deportista de la historia, acabó perdiendo. Todos caemos derrotados en algún momento de nuestra vida y eso no nos hace menos débiles. Lo importante, siempre, es cómo y, en el caso de la competición, cuándo te levantas. Ya habrá tiempo de rendir cuentas y tomar decisiones en junio, cuando todo termine.
El Sevilla se levantará. Antes o después, pero lo hará. Ha aprendido a luchar y a lamerse las muchísimas heridas del pasado. Del ‘partido a partido’ hemos pasado al ‘día a día’ porque la guerra no se libra únicamente en fin de semana, más si cabe cuando lo que falla en estos momentos es la cabeza. Ni el fútbol ni la vida no están hechos para cobardes.