La visita del Sevilla FC al Camp Nou es un ciclo constante que consiste en un proceso, no hace falta ni decirlo, que se repite temporada tras temporada, con mismos o diferentes entrenadores o jugadores, da igual la fórmula.
Esta vez le ha tocado, de nuevo, a un Sampaoli que ha vivido un paralelismo como aquel 5 de abril de 2017 cuando visitó el Camp Nou y recibió la misma cantidad de goles, uno de Luis Suarez y dos del eterno asesino del Sevilla, Leo Messi.
En ese partido planteó lo que hoy mismo se ha visto, un planteamiento enfocado en el catenaccio italiano. Parece que el de Casilda tenía a Helenio Herrera, por cierto, entrenador del Sevilla FC en los años 50, como segundo en el banquillo del Camp Nou en vez de Jorge Desio.
El club hispalense padeció los efectos secundarios del catenaccio en los segundos 45 minutos. Durante los primeros 45, esa vacuna del catenaccio y del saber defender surgió efecto pero tras el paso por vestuarios vinieron los síntomas reactivos.
Es una realidad. Si tu planteas un sistema defensivo y una idea de aguantar al FC Barcelona todo el partido, el tiempo te acaba matando. El dominio del barca y su capacidad de generar peligro en todas las zonas del terreno de juego terminan de sentenciarte, de una manera u otra, como si de una crónica de una muerte anunciada se refiriese.
Sin profundidad por banda, sin mordiente arriba, sin apenas robar en campo contrario y acabar jugadas rápidas, aunque, que se le va a pedir al equipo. Sumado a ello, el calamitoso intervencionismo de Sampaoli desde el banquillo.
Un cúmulo de decisiones que han puesto a la palestra uno de los peores partidos del Sevilla desde que visitó por primera vez el recién estrenado Camp Nou en la temporada 1957/1958, justo después de la salida de Helenio Herrera, hoy presente en el 5-4-1 del equipo en fase defensiva
Volviendo al presente, lo que es una realidad y son buenas noticias son el nivel que está dando Loic Badé y el gran debut de Pape Gueye. De lo mejorcito de ayer sin ninguna duda.
Decía Rakitic tras el partido: “Para jugar en el Camp Nou hay que ser mucho más valiente. Esperar atrás no sirve para nada porque siempre acaban marcándote”
Y tiene más razón que un santo. Preferiblemente morir en la orilla, siendo consciente de que se ha ido arriba y se creado peligro, que replegado desde el primer minuto desde atrás y acobardado. Algo contraproducente de la filosofía del club.
Así, la derrota tiene un sabor mucho más duro. Pregúntenle a cualquier sevillista si preferían haber visto perder a su equipo dejándose todo en el campo a nivel ofensivo que este tipo de partidos.