Da la sensación de que ―bien por inexperiencia, bien por no querer creérselo― cada vez que llega algún momento de la verdad, todo se queda en un espejismo. Como el que cada vez que cree que puede, da un pequeño pasito atrás. Sin querer atreverse del todo. Una falta de costumbre a la que solo se le puede combatir de una forma: perdiendo el miedo, y presentando la candidatura.
Romper la dinámica
Justo en el mejor momento clasificatorio, cuando la supuesta utopía comenzaba a coger forma de realidad, llegó el primer bache de la temporada. Una especie de pánico escénico parece que se apodera de los de rojiblanco cada vez que la exigencia sube un peldaño. Tres empates consecutivos y con gran parte de la afición mirando de reojo a lo que ocurre en la otra acera. Por ello, se hace más importante que nunca romper la dinámica negativa ante un rival al alza que aterriza en Sevilla como el mejor equipo de lo que va de año. Pero que, por muy al alza que llegue, no deja de ser el Elche de Alicante aunque en ruedas de prensa no lo parezca. Una oportunidad idónea para encarar el regreso a la competición fetiche ―a la vuelta de la equina― con las mejores sensaciones posibles.
Una realidad irrefutable
Al igual que no se le puede dar la espalda a las famosas circunstancias (lesiones, calendario, confección de la plantilla…) tampoco se le puede dar a los números. Una realidad irrefutable. Y es que, más allá del mermado estado físico con el que el plantel comenzó enero, en el césped no se ha visto reflejado que, a día de hoy, tan solo hay un equipo por encima en la tabla clasificatoria. Porque, por muchas circunstancias, los de Julen Lopetegui tenían mimbres de sobra para ser mejores en el campo que sus últimos rivales. Y, sobre todo, para haber ido de verdad a por los partidos desde el pitido inicial. Tan solo seis puntos separan al Sevilla FC de una oportunidad histórica de esas que escasean. Y que no se va a volver a repetir hasta dentro de varias décadas. Esa cercanía clasificatoria ―real, no utópica― agrava el desencanto tras los puntos perdidos por al amor al arte. De los que, a finales de temporada, todos se acuerdan.