El 2020 ha sido uno de los peores años de la historia. La COVID19 ha cambiado la concepción que teníamos de la vida y ha trastocado -y de qué manera- nuestros hábitos, exigiendo el máximo a la sociedad para afrontar una situación que jamás cabría en las cabezas de la personas más negativas de la humanidad. El fútbol, como parte de la vida, tampoco se ha librado de ella, viéndose paralizado durante meses y sin poder sentir el calor de los aficionados en la gradas, que a día de hoy siguen quedando -en su mayoría- huérfanas de esos abonados que no pueden esperar más para volver a sus asientos.
La 20/21 ha sido, sin lugar a dudas, la temporada más complicada de la historia para los clubes, pero el Sevilla FC ha sido esa luz que aclaraba ese oscuro bosque que ha sido para todos el 2020. Ha sido el año de la vuelta a la regularidad, el del inicio de un proyecto que si apuntaba alto ahora no tiene techo, el de romper récords de partidos invictos y, sobre todo, el que más felices ha hecho a los sevillistas. Ese final de liga, igualando al final de LaLiga al Atlético de Madrid en la tercera posición, y la última fase de la Europa League en Colonia han hecho a los sevillistas olvidarse de lo que ocurría ahí fuera durante, al menos, los 90 minutos que duraron los partidos.
Decir que el fútbol es sólo un juego es únicamente tratar de creerte superior moralmente. ¿Cuántos ratos nos ha acompañado el fútbol en estos meses de encierro? ¿Cuántos momentos nos ha tenido entretenidos y pegados al televisor ese ‘juego’ que se basa en meter la portería dentro de un rectángulo para no pensar en lo que estaba ocurriendo fuera? ¿Cuántos, señor?
Si para un aficionado que no fuera del Sevilla FC le ha ayudado, a los sevillistas ni os cuento. Que tu equipo venga de unos años de inestabilidad apabullantes y que acabe volviendo a la élite del fútbol, mordiendo plata y destrozando a gigantes europeos en ESTE AÑO… No hay palabras para describir ese sentimiento. Seguro que no las hay.
La COVID19 no ha podido con los sevillistas. Ni con los que empujaban desde sus casas ni con los que se vestían cada tres días para hacer felices a estos. La casta, el coraje y la resiliencia que lleva por bandera el escudo del Sevilla FC ha vencido a todo lo que se le ha cruzado por el largo y trabado camino que ha sido este 2020 para todos. Entérense que los que viven en blanco y rojo no se rinden, jamás.
Por un 2021 con los aficionados de vuelta a los estadios, que será seña de que todo va a mejor.